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21.Aprenda optimismo Haga de la vida una experiencia gratificante

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discurso de la aceptación de la candidatura no tenía más de Sorenson que del

candidato o, lo que sería peor, si lo habían trabajado de manera tal que ofreciera un

bajo pesrum. Según Harold, preferiría esperar al primer debate antes de apostar sus

pocos dólares.

En las otras cuatro elecciones en que los candidatos habían debatido sus puntos de

vista por televisión, el pesrum del discurso en la convención resultó ser muy

semejante al pesrum del debate. En ese caso no ocurrió así. Por lo que parecía, la

cautela de Harold tenía mucho fundamento. Dukakis se mostró muy por debajo del

hombre que había aceptado la nominación para presidente, y ahora se parecía mucho

al de aquellos discursos repetidos tantas veces en la campaña de primarias. Bush

seguía igual y nuevamente su estilo demostraba ser más optimista que el de Dukakis.

Después del primer debate televisivo Bush-Dukakis, Harold me dijo que todavía

no estaba decidido a participar en mi apuesta. Su corazonada era mayor: los

discursos de Bush en la campaña y en la convención eran reflejo del verdadero

Bush, muy optimista. Dukakis ya no parecía serlo, y por eso Harold no dejaba de

pensar que aquel discurso ante la convención no había mostrado al verdadero

hombre. También las encuestas parecían confirmarlo. Ahora Bush estaba yendo para

arriba y la distancia que lo separaba del candidato demócrata era cada vez mayor.

El segundo debate, en materia de pesrum, fue un verdadero desastre para Dukakis.

Cuando se le preguntó por qué no podía prometer un presupuesto equilibrado, dijo:

«No creo que pueda hacerlo nadie; en realidad, no hay manera de prever lo que

sucederá». Esta sugerencia de que el problema en discusión sería permanente e

incontrolable, tenía un tono mucho más pesimista que aquella declaración del mes de

julio, e incluso superaba en pesimismo a sus palabras de septiembre. Y, mientras

tanto, Bush se mantenía exactamente igual en cuanto a optimismo.

El resto de la campaña demostró la misma discrepancia en cuanto al pesrum; el

discurso de Bush era mucho más optimista que el de Dukakis. Tanto a Harold como a

mí, mientras seguíamos la campaña, la actitud de Dukakis nos parecía la de alguien

que ya se ha rendido. A finales de octubre, metimos en nuestra ecuación los valores

de los debates y las palabras de discursos del otoño anterior, y así contamos con los

datos para nuestra predicción final: la victoria sería de Bush con un 9,2 por 100 de

ventaja.

En noviembre George Bush se impuso a Michael Dukakis por el 8,2 por 100.

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