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21.Aprenda optimismo Haga de la vida una experiencia gratificante

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y los que estaban realizando las campañas tenían tanto derecho como cualquier otra

persona.

Al anochecer de un caluroso día de julio, Harold y yo estábamos en mi casa

escuchando el discurso que el gobernador Michael Dukakis pronunciaba ante la

convención del Partido Demócrata, aceptando su candidatura a presidente. Corría el

rumor de que Dukakis depositaba una gran confianza en la efectividad de aquel

discurso y que Theodore Sorenson —autor de grandes discursos de John F. Kennedy

— había sido arrancado de su retiro para que lo escribiera. Allí estábamos nosotros,

lápiz en mano, haciendo el recuento de rumiaciones y explicaciones a medida que

Dukakis las iba pronunciando. Yo me dedicaba a las explicaciones y Harold llevaba

la cuenta de las rumiaciones.

Cuando el discurso iba por la mitad le susurré: «Si continúa así nadie le podrá

ganar».

Ha llegado el momento de reavivar el espíritu estadounidense, el espíritu de la inventiva y la intrepidez; el

momento de cambiar esta economía de brujos por una economía posible; de construir un país mejor haciendo

que todos los estadounidenses muestren lo mejor.

S u pesrum era terriblemente optimista. En realidad, uno de los más optimistas

discursos pronunciados con ocasión de aceptar una candidatura presidencial,

solamente superado por Eisenhower en 1952 y por Humphrey en 1968. Era un

pesrum más bajo incluso que el de los discursos pronunciados por el mismo Dukakis

antes de las primarias. Como si el optimismo de Dukakis se hubiese acrecentado

desde entonces.

También le gustaba al público y así Dukakis salió de la convención con una

aceptable ventaja en las encuestas.

¿Podría superar Bush aquella actuación?

Nos consumía la impaciencia mientras llegaban los últimos días de agosto y la

convención republicana, que esa vez se realizó en Nueva Orleans, en la que Bush

tendría que exponer su discurso de aceptación. Por cierto que también estuvo mejor

aún que en los discursos de fondo de las primarias. El discurso de Bush fijaba

problemas específicos y muy circunstanciales:

Hay sobornos en los municipios, codicia en Wall Street; se trafica con las influencias en Washington, y la

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