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21.Aprenda optimismo Haga de la vida una experiencia gratificante

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que cuanto mayor fuera la persona, más elevado sería el número de episodios

depresivos. En otras palabras, si uno había nacido en 1920 contaba con muchas más

posibilidades de haber padecido una o más depresiones que quien hubiera venido al

mundo en 1960. Antes de conocer los resultados de la encuesta, cualquier médico

especializado en estadísticas podría haber afirmado que quien tuviera menos de

treinta años en el momento de la entrevista —más o menos los nacidos allá por 1955

— contaba con un 6 por 100 de posibilidades de haber tenido por lo menos una vez

una depresión grave, y los que pasaran de cuarenta corrían el riesgo de haber sufrido

lo mismo en un porcentaje mayor, que podría ascender al nueve.

Cuando los expertos observaron los resultados, se encontraron con algo muy

extraño. Los nacidos alrededor de 1925 —que por ser mayores contaban con más

probabilidades de haber enfermado— nunca habían padecido una depresión seria.

No el 9 por 100, sino apenas el 4 por 100 de ellos podía referir un episodio. Y

cuando dirigieron la mirada hacia los nacidos en épocas todavía más tempranas,

incluso antes de la Primera Guerra Mundial, los expertos se asombraron aún más. No

sólo ocurría que el porcentaje de predominio no había subido, como alguien podría

haber predicho, sino que las cifras caían en picado, a un escaso 1 por 100.

Existía la absoluta seguridad de que los resultados eran fiables, de modo que

estaba claro que quienes han nacido durante el tercio medio del siglo tienen diez

veces más probabilidades de padecer depresión que quienes vinieron al mundo en el

primer tercio.

Sin embargo, ningún estudio —ni siquiera uno realizado con tanto rigor como el

ECA— permite a un científico que se precie de tal salir gritando que la depresión es

«epidémica». Felizmente, el mismo Instituto de Salud Mental hizo otro llamado

Estudio de Parientes. El diseño era similar al del ECA, y cubría también a un

número considerable de personas. Esta vez no se escogieron a los participantes al

azar, sino que se buscó a los parientes cercanos de quienes alguna vez habían sido

hospitalizados por sufrir una depresión grave. Los encuestadores comenzaron con

523 personas que ya habían tenido una depresión severa. Casi todos los parientes

más cercanos de esas personas —un total de 2.289 entre padres, hermanos, hijos—

tuvieron idénticas entrevistas. El objetivo consistía en descubrir si también esos

parientes alguna vez se habían deprimido seriamente, para determinar, si los

familiares de personas gravemente depresivas tienen un riesgo mayor de deprimirse

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