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21.Aprenda optimismo Haga de la vida una experiencia gratificante

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LA DISCUSIÓN DE SUS CREENCIAS

Permítame ahora volver a utilizar un ejemplo anterior. Si un borracho que va

tambaleante le grita diciéndole que usted no sirve para nada, que no tiene nada de

inteligencia y que mejor sería que abandonara su trabajo, ¿cómo reaccionaría? No

tomaría muy en serio esas acusaciones. Podría apartarlas inmediatamente de su

cabeza y seguir con lo suyo, o también, si de alguna manera aquella palabras lo

hirieran en lo vivo, se pondría a discutirlas consigo mismo: «Acabo de entregar un

informe que sirvió para que dejáramos de estar en números rojos»; «Acaban de

ascenderme a vicepresidente de la compañía»; «Ese tipo ni siquiera sabe quién soy.

Está borracho».

Pero ¿qué sucede cuando usted se grita a sí mismo esas cosas similares? Las cree.

No las discute. Después de todo, si usted mismo dice esas cosas para sus adentros

—razonará— tienen que ser ciertas.

Y eso es un gran error.

Tal como hemos visto en capítulos anteriores, las cosas que nos decimos a

nosotros mismos cuando tropezamos con los contratiempos son tan carentes de base

como las exclamaciones airadas de un borracho con el que tropezamos en la calle.

Nuestras explicaciones reflexivas por lo general no se basan en la realidad. Son

malos hábitos que emergen de entre las brumas del pasado, de viejos conflictos, de

una relación con padres muy estrictos, de críticas de un maestro que ejerció gran

influencia, de los celos de la persona amada. Pero, como aparentemente están

surgiendo de nuestro propio ser —¿podría haber fuente de mayor credibilidad?—,

las consideramos absolutamente ciertas. Permitimos que sigan acompañándonos, a

veces arruinándonos la vida, sin intentar siquiera ponerlas en tela de juicio.

Gran parte de la destreza necesaria para vérselas con los contratiempos, o para

salvar los obstáculos, consiste en aprender a discutir los primeros pensamientos que

le vienen a la mente ante un revés. Esos hábitos explicativos se hallan de tal manera

encarnados en nosotros que aprender a discutirlos con efectividad es algo que exige

cierta práctica. Para aprender a discutir sus pensamientos automáticos, primero ha de

aprender a escuchar su diálogo interior. Ahí va un juego que le enseñará a hacerlo.

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