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21.Aprenda optimismo Haga de la vida una experiencia gratificante

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gomita, por ejemplo), dirija su atención hacia otra cosa. Los actores lo hacen cuando

necesitan pasar rápidamente de una emoción a otra muy distinta. Haga esta prueba:

recoja algún objeto pequeño y estúdielo detalladamente durante unos segundos.

Sopéselo, póngaselo en la boca para ver qué gusto tiene, huélalo, déle golpecitos

para ver cómo suena. No tardará en advertir que concentrándose en ese objeto habrá

reforzado su cambio de orientación en cuanto a la atención.

Finalmente, puede también reducir la rumiación aprovechando su misma

naturaleza. La rumiación está tratando de imponer sus círculos viciosos en su mente,

a fin de que no la olvide. Por ello, usted debe hacer algo. Cuando le golpee la

adversidad, fíjese algún momento —después— para volver a repensar las cosas…

digamos esta tarde, después de las seis. Ahora, cuando le suceda algo que lo

trastorne y advierta que no puede dejar de pensar en eso, puede decirse para sus

adentros: «Basta, ya pensaré en eso más tarde… a tal o cual hora».

También conviene escribir los pensamientos negativos en el momento en que

ocurren. La combinación de ponerles nombre —como para ventilarlos y terminar con

ellos— y establecer un momento posterior para pensar en lo que le preocupa,

funciona muy bien; aprovecha la naturaleza de las rumiaciones —estar ahí para que

las recuerde— y de esta forma les resta fuerza e importancia. Si las escribe de su

puño y letra, y establece un momento para volver a pensar en ellas, ya tendrán razón

de ser y al quedar desprovistas de otro propósito carecerán de fuerza sobre usted.

Discusión

Sofrenar nuestras creencias molestas puede servir como auxilio de urgencia, pero

discutirlas es un remedio mejor, más duradero: propóngales una discusión. Vaya al

ataque. Al discutir con efectividad las creencias que siguen a la adversidad estará en

condiciones de modificar su reacción habitual para pasar del desaliento a la

actividad y el buen ánimo.

Adversidad: Comencé a tomar clases nocturnas después del trabajo para lograr un título académico más

elevado. Cuando me dieron las primeras notas las encontré por debajo de lo que deseaba.

Creencia: Qué notas más malas. Sin duda he sido el peor de la clase. Sencillamente soy un estúpido. Es todo.

Lo que tengo que hacer es enfrentar los hechos. Además, soy demasiado mayor para ponerme a competir con

esos chicos. Aunque lo consiga, ¿quién emplearía a alguien de cuarenta y tres años cuando tiene a su disposición

montones de jóvenes? ¿Qué estaría penando cuando se me ocurrió apuntarme? Sencillamente, ya es tarde para

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