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21.Aprenda optimismo Haga de la vida una experiencia gratificante

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de toda sospecha en cuanto a metodología, si efectivamente predice el futuro.

Cuando terminaba 1987, después de dos años de trabajo, Harold Zullow había

completado sus análisis de las elecciones 1900-1984.

Por fin estábamos en condiciones de tratar de predecir lo que iba a suceder en

1988. No hay científico social alguno que haya pronosticado alguna vez grandes

acontecimientos históricos antes de que se produjeran. Los economistas siguieron

pronosticando una y mil veces tiempos de prosperidad y de recesión, aunque, tan

pronto sucedía lo contrario de lo previsto, nunca se los podía encontrar para que lo

reconocieran. Lo que habíamos descubierto en nuestros análisis sobre cosas pasadas

parecía tener fuerza suficiente como para que siguiéramos a flote.

Decidimos lanzarnos al pronóstico en tres terrenos. Primero, las elecciones

presidenciales primarias: ¿quién sería el candidato de cada partido? Segundo, ¿quién

se impondría en los comicios definitivos? y tercero, tendríamos treinta y tres escaños

del Senado para hacer el pronóstico. Debíamos ponernos a trabajar de inmediato y

recopilar el mayor número posible de discursos pronunciados por los candidatos.

LAS PRIMARIAS DE 1988

En enero de 1988 andaban por todo el país nada menos que trece aspirantes

diciendo lo suyo, pronunciando discursos día tras día por localidades de New

Hampshire, de Iowa y otros estados. Los republicanos que salían en busca de votos

eran seis, y entre ellos Robert Dole y George Bush encabezaban las encuestas. Bush

pensaba que quienes apostaran su dinero apoyando al rival, perderían; Dole era un

tipo recio, en tanto que Bush parecía un aristócrata. Además, había que contar con

otros candidatos como el evangelista Pat Robertson, el conservador Jack Kamp y el

general Alexander Haig.

Por el lado de los demócratas, la cosa no estaba nada clara. Gary Hart

aparentemente se recuperaba de un traspié de tipo sexual y nuevamente encabezaba

las encuestas. El senador Paul Simon, el gobernador Michael Dukakis, el senador

Albert Gore y el representante Richard Gephardt también contaban con

posibilidades. En cuanto al reverendo Jesse Jackson, se decía, solamente conseguiría

el voto de los negros.

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