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21.Aprenda optimismo Haga de la vida una experiencia gratificante

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gran B. F. Skinner, el guru del behaviorismo, y a todos sus discípulos, que estaba

equivocada la principal de sus premisas.

Los behavioristas no se rindieron así como así. El más venerado de nuestros

profesores —que durante veinte años había estado al frente de la redacción del

Journal of Experimental Psychology— me escribió para decirme que la lectura de

dicho editorial le hizo «sentirse mal». En una reunión internacional me abordó uno

de los más conocidos discípulos de Skinner —y lo hizo en unos lavabos de hombres,

vaya a saberse por qué— para informarme de que los animales «no aprenden nada

de eso, sólo aprenden respuestas».

Es posible que en la historia de la psicología no haya habido muchos

experimentos dignos de considerarse cruciales, pero Steve Maier, a la sazón un

joven de veinticuatro años, ideó uno. Fue un acto de gran valentía, porque el

experimento de Steve atacaba de frente a una ortodoxia muy arraigada, el

behaviorismo. Llevaba sesenta años dominando la psicología norteamericana. Todos

los grandes popes en el terreno del aprendizaje eran behavioristas, y durante dos

generaciones casi todos los mejores puestos académicos en psicología les habían

correspondido a ellos. Todo esto a pesar de que el pensamiento behavorista era un

poco traído de los pelos. (La ciencia muchas veces se desarrolla a partir de

pensamientos forzados.)

Al igual que el psicoanálisis, la principal idea del behaviorismo era

contraintuitiva (es decir, iba contra el sentido común). Los behavioristas insistían en

que todo el comportamiento (en inglés, behavior) de una persona era determinado

sólo por su historial de premios y castigos. Aquellos actos que recibieran un premio

(por ejemplo, una sonrisa premiada con una caricia) tenían todas las probabilidades

de repetirse, y los actos castigados casi seguramente se suprimirían. Y san se acabó.

Lo consciente —como pensar, proyectar, esperar, recordar— no tiene efecto

alguno sobre los actos. Es como el velocímetro de un automóvil: no hace andar al

coche, sino que se limita a reflejar lo que sucede. El ser humano, dicen los

behavioristas, está modelado por el ámbito que lo rodea —los premios y los

castigos— y no por sus pensamientos.

Se hace difícil creer que gente inteligente pueda haber aceptado una idea así

durante tanto tiempo, pero, desde que terminó la Primera Guerra Mundial, la

psicología norteamericana ha estado regida por los dogmas del behaviorismo. El

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