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21.Aprenda optimismo Haga de la vida una experiencia gratificante

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encuentra controlado no solamente por el «programa de refuerzos» existente en el

medio, sino también por un estado mental propio del individuo, las explicaciones

que las personas se dan.

Este trabajo provocó un gran impacto, particularmente entre los estudiosos más

jóvenes, como Lyn Abramson y Judy Garber. Les daba forma a todas sus intuiciones

y se convertía en la lente a través de la cual examinaban la teoría del sentimiento de

impotencia aprendido. Como ya dije, en ocasión de aquel primer viaje de visita a

casa durante mi estancia en Inglaterra, al comentar con mis colegas lo que me dijera

John Teasdale, Lyn y Judy me contestaron que él tenía razón y que el equivocado era

yo, de modo que —en su opinión— la teoría debía reformularse.

Lyn Abramson había aparecido por nuestra universidad el año anterior, como

doctorando. La consideramos inmediatamente como una de las más brillantes

alumnas, tanto como para que no recordáramos muchas que pudieran compararse con

ella. Poseía una inteligencia penetrante, aunque su aspecto externo pudiera sugerir lo

contrario —sus vaqueros remendados, sus descuidadas camisas de algodón—. Al

principio se puso a investigar qué fármacos producían desamparo aprendido en los

animales y cuáles eran menos probable que lo hicieran. Estaba tratando de probar

que la depresión y el desamparo eran una misma cosa, demostrando que la depresión

y el desamparo tenían un mecanismo químico-cerebral idéntico.

En cuanto a Judy Garber, había abandonado un programa de psicología clínica de

una universidad sureña en un momento de crisis personal. Cuando reflexionó sobre

su situación, decidió presentarse para trabajar voluntariamente, sin recibir sueldo y

durante varios años, en mi laboratorio. Me había dicho alguna vez que deseaba

demostrarle al mundo que era capaz de hacer una verdadera contribución a la

psicología, de forma que pudiera acabar doctorándose con los mismos honores. Los

que trabajaban en el laboratorio siempre se quedaban mirando a aquella joven tan

elegante, con sus uñas largas y muy pintadas, repartiendo la ración diaria entre las

ratitas. Pero la capacidad de Judy, al igual que la de Lyn, no tardó en saltar a la vista

y no pasó mucho tiempo antes de que se le confiaran tareas de mayor

responsabilidad. En aquella primavera de 1975 también Judy estaba trabajando en el

desamparo en los animales. Cuando apareció el desafío de Teasdale, tanto Judy

como Lyn dejaron de lado sus propios proyectos y se pusieron a trabajar con

nosotros en la reformulación de la teoría para que ésta pudiera aplicarse mejor al ser

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