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231<br />

¿Podría alguna declaración de un santo refutar mejor la herejía de la salvación para los<br />

“ignorantes inv<strong>en</strong>cibles”? San Isaac sabía que los paganos que no llegas<strong>en</strong> a conocer la fe<br />

católica y ser bautizados simplem<strong>en</strong>te no estaban predestinados para la vida eterna.<br />

Romanos 8, 29-30: “Porque a los que de antes conoció, a esos los predestinó a ser<br />

conformes con la imag<strong>en</strong> de su Hijo, para que éste sea <strong>el</strong> primogénito <strong>en</strong>tre muchos<br />

hermanos; y a los que predestinó, a esos también llamó; y a los que llamó, a esos los<br />

justificó; y a los que justificó, a esos también los glorificó”.<br />

Como católicos, por supuesto, no creemos <strong>com</strong>o <strong>el</strong> hereje Juan Calvino, que sost<strong>en</strong>ía una<br />

predestinación según la cual no importa lo que uno haga si está predestinado o al ci<strong>el</strong>o o al<br />

infierno. Esa es una herejía malvada. Al contrario, <strong>com</strong>o católicos creemos <strong>en</strong> la verdadera<br />

<strong>com</strong>pr<strong>en</strong>sión de la predestinación, <strong>com</strong>o es expresada por San Isaac Jogues y Romanos 8. Esta<br />

verdadera <strong>com</strong>pr<strong>en</strong>sión de la predestinación significa simplem<strong>en</strong>te que la presci<strong>en</strong>cia de Dios<br />

desde toda eternidad se asegura que los que son de bu<strong>en</strong>a voluntad y son sinceros serán traídos<br />

a la fe católica y llegarán a conocer lo que deb<strong>en</strong> – y que todos que no son traídos a la fe católica<br />

y no conoc<strong>en</strong> lo que deb<strong>en</strong> simplem<strong>en</strong>te no se <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tran <strong>en</strong>tre los <strong>el</strong>egidos.<br />

Hay otra interesante historia <strong>en</strong> la vida de Jogues que confirma esto. Después de mucho éxito <strong>en</strong><br />

convertir a g<strong>en</strong>tes de varios lugares, él y sus <strong>com</strong>pañeros <strong>com</strong><strong>en</strong>zaron a ser excluidos de todos<br />

los pueblos de un sector determinado de los salvajes paganos. El diablo había conv<strong>en</strong>cido a los<br />

salvajes paganos de esa zona – y la idea se había propagado – de que la pres<strong>en</strong>cia de los<br />

misioneros era la razón por la que había hambre y <strong>en</strong>fermedad <strong>en</strong>tre <strong>el</strong>los. Así, habi<strong>en</strong>do sido<br />

totalm<strong>en</strong>te rechazados y excluidos de todas las cabañas de la zona, y h<strong>el</strong>ándose d<strong>el</strong> frío y<br />

muriéndose por un lugar para descansar y cal<strong>en</strong>tarse; esto es lo que cu<strong>en</strong>ta la historia:<br />

Vida de San Isaac Jogues, pp. 145-146: “… andando de un lugar a otro, y <strong>en</strong> todas<br />

partes nos <strong>en</strong>contrábamos con golpes y am<strong>en</strong>azas y odio, Jogues y Garnier<br />

llegaron a un pequeño grupo de cabañas <strong>en</strong> <strong>el</strong> corazón de las colinas. Ambos<br />

estaban agotados por la terrible exposición al frío y por la car<strong>en</strong>cia de <strong>com</strong>ida.<br />

Ellos se vieron obligados a <strong>en</strong>trar a una de las cabañas y fueron recibidos a<br />

regañadi<strong>en</strong>tes. Jogues se s<strong>en</strong>tía <strong>en</strong>fermo y con fiebre por todo <strong>el</strong> cuerpo. Él no<br />

podía moverse de su lecho. Entonces llegó un m<strong>en</strong>sajero de una de las aldeas <strong>en</strong><br />

que <strong>el</strong>los habían sido acogidos <strong>en</strong> su <strong>en</strong>trada a la tierra de Petun. El m<strong>en</strong>sajero les<br />

dijo que algunos que estaban <strong>en</strong>fermos suplicaban que regresar<strong>en</strong>.<br />

“Esto fue un llamado de Dios. Ellos no podían dejar de prestarles at<strong>en</strong>ción.<br />

Para <strong>com</strong>pletar <strong>el</strong> viaje de treinta y cinco millas por día, <strong>com</strong><strong>en</strong>zaron a las tres<br />

de la mañana. Todo <strong>el</strong> campo estaba pálido de nieve <strong>en</strong> <strong>el</strong> amanecer, y <strong>el</strong> aire de<br />

las montañas era dolorosam<strong>en</strong>te frío. Jogues todavía estaba tomado por la fiebre<br />

e inestable <strong>en</strong> sus piernas. Deslizaban laboriosam<strong>en</strong>te sus raquetas de nieve sobre<br />

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