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235<br />

Vida de San Isaac Jogues, pp. 97-98: “[San Juan] De Brebeuf y Jogues esperaron que<br />

la histeria pasara. Ellos tuvieron la consolación de bautizar algunas almas y<br />

<strong>en</strong>viarlas a Dios. Una era una india que se había resistido a todos sus int<strong>en</strong>tos<br />

de hablar con <strong>el</strong>la hasta poco antes de su fin, cuando <strong>el</strong>la pidió ser bautizada.<br />

Otro era un vali<strong>en</strong>te jov<strong>en</strong> que ansiosam<strong>en</strong>te deseaba <strong>el</strong> bautismo, pero cuyos<br />

familiares lo vigilaban para que no se aproximara a Echon [De Brebeuf] y<br />

Ondessonk [Jogues]. De Brebeuf esperó hasta que los familiares estuvieran<br />

aus<strong>en</strong>tes de la cabaña y <strong>en</strong>tonces vertió las aguas salvíficas sobre su cabeza un<br />

mom<strong>en</strong>to antes que su suegra regresara para impedírs<strong>el</strong>o” 567.<br />

Vida de San Isaac Jogues, p. 142: “Casi no hay maíz <strong>en</strong> esta aldea de Ehwae, y sin<br />

embargo, casi todos los días llegan algunos Attiwandarons, grupos de hombres,<br />

mujeres, y niños, todos pálidos y desfigurados (…) Huy<strong>en</strong>do de la hambruna,<br />

<strong>el</strong>los <strong>aquí</strong> <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tran la muerte; más bi<strong>en</strong>, <strong>aquí</strong> <strong>el</strong>los <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tran una vida<br />

bi<strong>en</strong>av<strong>en</strong>turada, porque nos aseguramos que ninguno muriera sin bautismo.<br />

Entre estas personas había un niño pequeño de casi un año de edad, que más<br />

bi<strong>en</strong> se parecía a un monstruo que a un ser humano. Él fue f<strong>el</strong>izm<strong>en</strong>te<br />

bautizado. Parecía que Dios preservó su vida sólo por un milagro, para que<br />

pudiera ser lavado <strong>en</strong> la sangre de Jesucristo y pudiese b<strong>en</strong>decir sus<br />

misericordias para siempre” 568.<br />

Vida de San Isaac Jogues, p. 279: “… <strong>en</strong> febrero él caminó las seis millas al pueblo<br />

más cercano, donde los mohicanos c<strong>el</strong>ebraran su festival y juegos de invierno<br />

(…) recorrió las cabañas, buscando los <strong>en</strong>fermos y aqu<strong>el</strong>los con bu<strong>en</strong>a<br />

disposición. En un albergue él descubrió a cinco bebés, todos p<strong>el</strong>igrosam<strong>en</strong>te<br />

<strong>en</strong>fermos. Él los bautizó, sin llamar la at<strong>en</strong>ción, y tres días después, dice P.<br />

Lalemant, ‘él oyó que estos pequeños inoc<strong>en</strong>tes ya no estaban <strong>en</strong> la tierra de los<br />

moribundos [estaban muertos]. Que admirable golpe de predestinación para<br />

esos pequeños áng<strong>el</strong>es” 569.<br />

Vida de San Isaac Jogues, p. 199: “R<strong>en</strong>e llamó la at<strong>en</strong>ción d<strong>el</strong> Padre Jogues para<br />

uno de los ancianos [un indio que fue capturado con <strong>el</strong>los] (…) El hombre<br />

todavía no había sido bautizado, y podría suceder que él fuese la víctima<br />

escogida por los iroqueses para un sacrificio de sangre antes de salir d<strong>el</strong><br />

campam<strong>en</strong>to. Ondessonk [<strong>el</strong> P. Jogues] persuadió al anciano que aceptara<br />

bautismo (…) Los mohicanos terminaron su concilio y se dividieron <strong>el</strong> botín (…)<br />

El anciano a qui<strong>en</strong> <strong>el</strong> P. Jogues ya había bautizado rehusó moverse de donde<br />

estaba s<strong>en</strong>tado (…) Ap<strong>en</strong>as [<strong>el</strong> anciano] terminó de hablar [rehusando moverse]<br />

cuando uno de los bravos destrozó su cráneo y le cortó su cuero cab<strong>el</strong>ludo. El<br />

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