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bloch-principio-esperanza-III

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IMÁGENES DESIDERATIVAS DEL INSTANTE COLMADOsino como una libertad «para qué»—, todo ello se halla abierto felizmenteal trabajo éticamente determinante. El modelo que se poneante lt)s ojos a los hombres en los países americanizados es, desdeIni'go, el peor y el más desvaído: el del empleado. Y, sin embargo, haliabitio tipos burgueses más nobles y más adecuados al deseo, como,por ejemplo, el modelo del maestro artesano capaz. Ha habido tiposmás bellos, incluso tipos que aspiraban realmente a la destinatio, sibien siempre con el menoscabo constante del siervo que tiene que alimentarse.La historia precedente ha creado así mismo el conjuro, perolaiubién la riqueza de aquellos tipos canónicos del momento que puedenser designados como modelos precedentes en cada instante. Talestipos son, por ejemplo, el guerrero, el sabio, úgentleman e inclusoel citoyen. Todos estos modelos ondeaban como pancartas, comomotivos seductores-obligantes; el hombre perfecto tenía que adecuarseo debía adecuarse a tales modelos. En estos modelos se condensabaaquella conformación visible humanamente, conformadora en sí,llamada según los casos virtud, no un comportamiento dado en lacriatura, sino propuesto a ella. O lo que es lo mismo: los modelos, entanto que modelos de actitud, no se hallan simplemente en el espaciointerno de una actitud moral formalmente buena. Pero tampoco sehallan en el espacio ahistórico de una colección apersonal de virtudeso de una teoría moral de los bienes. Los distintos modelos muestranvirtudes de una manera conformada socialmente, pero también, a lavez, de una manera obligante y utópica. Y por esta razón, los modelos,pese a su fundamento clasista —en parte, hace ya mucho tiempotiesaparecido—, poseen todavía una atracción, tal y como si la virtudpropuesta en ellos no hubiera sido aún totalmente cumplida o totalmentedesechada. Este contenido no vinculado a su tiempo, es decir,transformable y susceptible de nuevos horizontes, hace que sea posii)leuna herencia de actitudes y su virtud, no sólo una herencia deobras culturales. Hace posible que la imagen de un caballero o de unmonje pueda despertar un deber en el que se mezcla una especie depérdida, de reencuentro, de anhelo; así, por ejemplo, en el Caballerode Hamberg, así también en el San Jerónimo en su celda, de Durero.De esta suerte se alzan sobre su lugar social imágenes desiderativasdi'l ser humano auténtico, en una diferenciación experimentadora,en una modalidad no agotada en todos sus extremos. Como imágenesespecialmente utópicas, y hasta llegar al citoyen, se nos destacanen 1.1 misma medida en que lo es el «hombre cristiano» de las guerrascampesinas. El citoyen es el tipo que ha permanecido más general omás insiislnncial, pero también i-l tipo menos incorporado o menos11

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