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bloch-principio-esperanza-III

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48. EL JOVEN GOETHE, NO-RENUNCIA, ARIELUtópico completamente paradójico respecto a la vejez, que justamentepor ello labora con figuras singularmente distantes, extrañas, noconclusas. La actitud en el Werther, pese a la productividad, era ésta:¿Por qué la corriente del genio irrumpe tan raras veces?, ¿por quétan pocas veces se precipita bramando y sacudiendo vuestras almasatónitas? Queridos amigos, a ambos lados del cauce viven los plácidosseñores, cuyos pabellones, macizos de tulipanes y sembradosde legumbres desaparecerían en tal caso, y que, por eso, saben hacerfrente al peligro con tiempo por medio de diques y desviaciones dela corriente.El Goethe maduro oyó y fructificó esta corriente y no sólo ensu desembocadura; pese a su propio pabellón en el jardín, pese altemor de la Revolución de julio y a su repugnancia por el vulcanismo(menos su propia naturaleza. Napoleón y Byron). Durante todoel siglo último, y mucho después, las obras de los últimos años deGoethe han perturbado a los habitantes de las orillas, los cuales tratabande ver en Goethe un distinguido idilio burgués o también unaespecie de clasicismo cósmico-animal, todo lo menos espiritual quefuera posible, una sedente esfera de fuerzas. No sólo lo georgianoasí conformado, sino también el clasicismo pequeñoburgués del sigloanterior —todavía no totalmente muerto— se vienen abajo ante elverdadero, es decir, ante el profundo Goethe. El viejo Goethe, sobretodo en su potente simbolismo alegórico, no tiene nada de comúncon esta especie de gran candidez, de pequenez serena, de bellezapensionada; y el reposo eterno sólo se da para él en Dios, nuestroSeñor. Del crepúsculo de la vida puede decir Goethe: «Al espíritu calmadole surgen pensamientos hasta entonces impensables; son comodemonios gozosos que se asientan brillantemente en la cúspide delpasado». Que se asientan no sólo en el pasado; porque en tanto quetodo pasado con grandeza tiene cúspides, todo pasado se halla conellas —como con todo lo destacado, montañoso— ya en el futuro, ytodas las montañas se entienden bien siempre con la alborada, con elnuevo día. De la misma manera que cuando se trata de la amanecida,de su verdadero carpe diem, el camino hacia arriba o hacia abajo sonuna y la misma cosa. Y nunca fue experimentado con mayor asombroel presente, y precisamente el presente, que en Goethe. Porque nodesvalorizaba el presente por razón de un futuro lejano, sino que yaen el Werther consideraba la «gran totalidad crepuscular» como uncamino hacia toda figura de las proximidades, un camino inscrito enla núsma proximidad.S9

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