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bloch-principio-esperanza-III

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52. E L Y O Y LA L A M P A R A F U N E R A R I A O I M Á G E N E S DE E S P E R A N Z AEgipto, de Osiris: «Porque Dios no es el Dios de los muertos, sino delos vivos, ya que todos viven en él» (Lucas 20, 38). Y el milagro de laPascua, también sin el holocausto paulino, es creído como participaciónen esta sustancia: «Porque como el Padre tiene la vida en sí mismo,ha concedido al Hijo que tenga la vida también en él mismo»(Juan 5, 26). Precisamente los bautizados en la muerte de Cristo debentambién ser bautizados en su resurrección, en el verdadero Henoco en el «primero entre aquellos que han resucitado de la muerte».Y desde aquí el impulso, o la utopía pascual, se comunica al arte cristiano,sobre todo, como ya se verá, al arte orgánico, metaorgánico,gótico. No se trata de llegar a ser como la piedra, sino de algo contrapuesto:«Árbol de la vida como perfección presentida, reproducidacristomórficamente»*': el último ámbito desiderativo del gótico.La vida debe escapar de la muerte, si bien siempre sólo para los justificadospor Cristo, nunca en la segunda muerte para los condenados,es decir, en el infierno. Éste se hace algo tan inevitable como el cielo;infierno y cielo componen conjuntamente el local del exitus, ahoracompletamente generalizado. De la creación entera no queda nadamás que la dualidad de pena y recompensa, de alaridos y cánticos, deinfierno y cielo. Acerca del momento de la entrada en uno de ambosnos encontramos con dos representaciones simultáneas —aunque ambasse excluyen—, una representación impaciente y otra paciente. Siendoasí que el segundo de la muerte coincide con el fin del mundo, alhombre puede sentenciársele inmediatamente al infierno o al cielo,sin esperar hasta la consumación de los tiempos. El infierno, sobretodo, fue imaginado como un futuro próximo, encontrándose ya detrásdel lecho de muerte del pecador, con sus garras preparadas, susojos ávidos, sus fauces abiertas. Por lo demás, en épocas cristianasposteriores, los terribles procedimientos judiciales se incorporaban yanticipaban el infierno: potro, empalamiento, descuartizamiento, quemade brujas, no esperaban que llegara el infierno. Mientras que, deotro lado, el más allá cristiano como condenación se hacía presentepor doquier en la vida: las buhardillas y los cruces de caminos, losprecipicios y los bosques, todavía no entresacados en su mayoría, estabanllenos de espectros que no reconocían el descanso, llenos de undirecto horror post-mortal. El dogma sitúa al purgatorio inmediatamentedespués del fin de la vida, pero en Dante tanto el infierno comoel cielo son también decisiones ya efectivas, una situación inmutableque ningún juicio final puede alterar. Lo único que ocurre es que lasK4. Vé.isr vol. 2, |i. í I I.233

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