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bloch-principio-esperanza-III

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IMÁGENES DESIDERATIVAS DEL INSTANTE COLMADOcielo y no sabéis discernir los signos de los tiempos» (Mateo 16, 2 s.).Los signos de este tiempo unen en sí procesos al parecer tan lejanoscomo el que los cojos anden y la predicación del Evangelio a los pobres;es decir, que esta última era entendida como realmente transformadora,como el final del esfuerzo y de la opresión en unos nuevostiempos. Tan decisivamente sitúa Jesús la transformación concretasobre la mera transformación interna e invisible, que puede formularla asombrosa pregunta: «Qué es más fácil, decir al paralítico: 'Tus pecadoste son perdonados', o decirle: 'Levántate, toma tu camilla yvete?'» (Marcos 2, 9). La pregunta contiene ya en sí la respuesta: «Puespara que veáis que el Hijo del Hombre tiene poder en la tierra paraperdonar los pecados, se dirige al paralítico y le dice: 'Yo te digo: levántate,toma tu camüla y vete a tu casa'» (Marcos 2, 10 ss.). Y comoen consecuencia el paralítico se levantó, ello constituyó para los creyentesuna confirmación de la fe que, según el propio Cristo, estabapor encima del poder de perdonar los pecados. Una única línea material,no interior, se extiende desde el deber de curar al paralíticohasta aquella fe proverbial que mueve montañas: montañas, no psicologías.Todo ello como signo final de aquel milagro fundamentalde la fe unido fenomenológicamente a la aparición de Jesús: el apocalipsis.El milagro como destrucción del estatus acostumbrado alcanza,por eso, en Jesús su más radical expresión; porque el milagro quedaasí aumentado con el novum, pretende ser ya nuevo cielo, nuevatierra en pequeño. La conexión acostumbrada y percibida de las cosasen el tiempo y en el ambiente de Jesús es, desde luego, totalmenteincomparable con la conexión causal y según leyes, con la que, desdeel siglo XVI, se pone en contradicción el milagro. El saber de esta conexiónera también distinto del que poseía el cristianismo en la Escolástica,por mucho que el mundo de ésta estuviera todavía habitadopor demonios y regido en todas sus partes por Dios y sus ángeles. Elmundo de Jesús, sin embargo, era el mundo del dualismo mandeopersa,con Satanás como señor de este eón, y con el reino de la luzcomo el nuevo eón inmediatamente próximo. El Mesías trae consigoel incendio del mundo, en el sentido en el que, en el Libro de Juan delos mándeos, el espíritu de la luz habla a su hijo unigénito: «Sé paramí un mensajero; ve al mundo de las tinieblas, en el que no hay un rayode luz»; sólo contra este mundo y sus insidiosas conexiones tiene lugarla interrupción del milagro. Pese a lo cual, la interrupción tienelugar de modo unitario, como interrupción visible; y tiene lugar, sobretodo, a favor de la visibifidad particular y representativa de unorden totalmente modificado, a saber, el orden de lo milagroso. Más4.32

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