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bloch-principio-esperanza-III

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52. EL YO Y LA LÁMPARA FUNERARIA O IMÁGENES DE ESPERANZAy desiderativas dentro de la inmanencia naturalista. Porque la tesisprincipal de Fechner, el paralelismo psicofísico, parece a primera vistacomo una tesis precavidamente mecanicista, pero lo que pretendees hacer más sonoro, como una armonía de las esferas, ese universoal que el muerto se acoge. Porque, dice Fechner con una lógica nomuy rigurosa, así como no puede haber ningún espíritu sin naturalezafísica, así tampoco puede haber naturaleza sin espíritu. Más aún,cuanto más potentemente se expande el corpus material como tierra,sol, todo, tanto más amplia y elevada tiene que ser su conciencia. Setrata sólo de una conclusión analógica extraída de la relación humanacerebro-alma, pero, por virtud de ella, la tierra no es ya «una merapelota de tierra seca, agua, aire, sino una criatura unitaria mayor ymás elevada». La humanidad entera es su cerebro; la historia entera,la memoria de la tierra, en la cual el individuo tras su muerte siguesiendo recordado y unido con todos los demás recuerdos. Ahora bien,si en tales combinaciones de holgura psicofísica y filosofía barata seconservan también las necesidades anímicas y duraderas del individuo,lo que triunfa, una vez más, es lo cósmico, donde todo tienelugar bajo el signo de la extinción y de la recolección. Todos estoshilillos son reunidos y resumidos en la obra de los últimos años deFechner, La visión del día frente a la visión de la noche (1879):La misma tierra que nos tiene y tiene a todas sus criaturas encadenadasa ella por la misma fuerza, nos ha hecho también nacer a todos deella, nos acoge a todos en sí de nuevo, nos alimenta y viste a todos,hace posible el trato entre todos y mantiene, pese a todo este cambio,un estado que sigue sosteniéndose y sigue desarrollándose gracias precisamenteal cambio mismo [...] Por lo que antecede, hemos de concebirla tierra como un ser que nos es supraordenado tanto en sentidomaterial como espiritual, como un ser conjunto unitariamente en unsentido más elevado que nosotros mismos, y, en consecuencia, hemostambién de entenderla como un nudo que nos ata a nosotros mismoscon las demás criaturas con un lazo divino.Que nos ata en la vida como, sobre todo, en la muerte, cuandose ha superado ésta, «la gran enfermedad gradual», y se pone pieen gradaciones más elevadas: conciencia de la tierra, alma del todo.Hasta tan lejos llegó Fechner, y si bien es grande la distancia quesepara el archivo y el almohadillado psicofísicos de Fechner de lasemigraciones de Lessing y Goethe, o de la plegaria de Keller a laOsa mayor, la línea de una eutanasia cósmica persiste hasta el final.Una trasposición al todo comenzando con la muerte como hermanaKA

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