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bloch-principio-esperanza-III

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52. EL YO Y LA LAMPARA FUNERARIA O IMÁGENES DE ESPERANZAgre por la calle y en los comercios, constituyendo, en parte, un objetode mofa y, en parte también, un objeto de veneración. No sin motivoalude Pablo (1 Corintios 10, 18 ss.) a una analogía entre el holocaustopagano y la eucaristía, denominando el sacrificio pagano (entre el quecuentan también las Taurobolias) «la mesa, el cáliz, la comunidad delos demonios»; una antítesis que corrobora justamente la correspondenciay afinidad histórico-religiosas. El mismo Jesús triunfa en luchacon los misterios, no como el Mesías de los agobiados y oprimidos,sino como el «primogénito de los muertos», y su esencia era «la resurreccióny la vida». En su conjunto, el bautismo era entonces unsacramento mágico, y el agua que en él se empleaba era tenida poragua de la vida, siendo rescatados de la muerte por Cristo. En la concepcióngnóstica, sobre todo. Cristo era considerado primariamentecomo antídoto contra la muerte; ni eran tenidos, ni mucho menos,todos sus creyentes como rescatados, sino tan sólo después del bautismode los muertos. Había un bautismo de los muertos gnósticocomo sacramento en la cabeza: en los cultos de Marcos la cabeza delmuerto era ungida con agua y aceite, con lo cual, como nos dice Ireneo,se hacían «invisibles para los arcontes y potencias». Y el mismoartilugio invisibilizador ante el Malo después de la muerte era esperadoansiosamente de Jesús. Todavía entre los cristianos de Corinto eracorriente el bautismo de los muertos en tiempos de Pablo (1 Corintios15, 29), lo que muestra para qué se creía que había venido el Dios dela vida. Entre los gnósticos los elixires del bautismo eran completadospor elixires del saber, no accesibles a todo el mundo, y por ello,tanto más afanosamente buscados en el eón futuro. El Cristo gnósticoera un redentor docto que eliminaba la ignorancia y se revelabaplenamente sólo a los «pneumáticos», es decir, a los aristócratas delespíritu, o bien, como podría decirse: sólo para los doctores de laascensión a los cielos abolía la muerte. El saber gnóstico e incluso elfilosófico de la época no estaba, desde luego, separado en absoluto dela voluntad, la sensibilidad, ni tampoco del turbio y agitado folklorede aquel tiempo. Proclo, uno de los más agudos pensadores de laépoca, coleccionaba fábulas populares allí donde podía hallarlas, ycomo si tuviera algo que ver con las fábulas, se hizo iniciar en todoslos misterios, combinando así —de ninguna manera como aristócratadel espíritu— lo popular y lo hermético, ambos indistintamente,con la distinción del concepto. Y mucho menos puede decirse que laUnosis, tanto la pagana como la cristiana, fue una religión de la menteantigua aquejada de esterilidad, sino que, al contrario, fue la primeray iiltima gran irrupción de la mitología desiderativa en la mente. Idlo219

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