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bloch-principio-esperanza-III

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48. EL JOVEN GOETHE, N O - R E N U N C I A , A R I E Lque es arrebato de las masas, si bien un arrebato provocado, en lamayoría de los casos, por estas mismas personas. Es un arrebato queva desde el frenesí de las bacantes, de los berserker, hasta los pogromosde los cruzados y hasta la agresión invertida de los flagelantes,desde la embriaguez de la batalla hasta el terror blanco. En todo ellolo demoníaco no hace uso de la comunicación, ni siquiera cuandopenetra en la masa, cuando se hace colectivo. El viejo hermetismo seconserva, más bien, en su estallido colectivo; lo que aparece comocomunicación es sólo contagio, y en el fondo se encuentra la mismasoledad como masa. La no-revelación de lo hermético responde en elarrebato demoníaco de la masa a la ausencia fundamental de entendimiento,crítica, autocontrol y juicio; y por ello es también el momentomás adecuado para la cuahdad menos accesible a la comunicacióny a la clarificación, a saber, para la necedad. Pero hay también,desde luego —y ello es decisivo para el fenómeno subrayado porGoethe—, una especie de demonía favorable, es decir, una demoníaque, sin pérdida de lo abismal e intenso, sabe de la revelación. Suslugares se encuentran en las revoluciones liberadoras y en lo que yaGoethe celebra desde la «Canción de tormenta del caminante»: en elgenio productivo que da a luz algo nuevo. La manifestación de estademonía no es el arrebato, sino el entusiasmo; el arrebato sólo muestraimpulso hacia el sacrificio, mientras que el entusiasmo posee elvalor del sacrificio, y así como el arrebato pierde todas las cosas y larealidad, el entusiasmo posee conciencia, saber del objeto, fidelidadcomunicativa respecto al objetivo. La demonía adversa, lúgubre ensí, no encuentra tampoco en el arte ninguna mirada que ella mismaarroje, sino sólo algo numinoso, atávico, semejante a sí mismo, unmonstruo, pero nada gigantesco; un objeto del temor, no de la veneración.La demonía favorable, la demonía de la luz, aparece, encambio, siempre allí donde el pavor es el comienzo, no el fin de la belleza;allí donde lo numinoso, como una confortación en la frontera,no está en desacuerdo con las palabras de Goethe: «Y lejana y gravepende una prenda de reverencia». Es esta demonía favorable, poreso, la que rige en último término las múltiples manifestaciones de laexperiencia demoníaca de hombres y producción en Goethe mismo.Se trata de algo instructivo, porque en su virtud se añade un nuevotono al instrumento. Ariel, el juego ligero, áureo, flotante, nunca,desde luego, tranquilo consigo mismo, recibe la añadidura de unaesfinge que, eso sí, no permanece siempre la misma. Y así aparece elelemento de lo que no sólo el Sturm und Drang llamaba fuerza: unaC(r/. del caballo alado y sólo después la fuente. (íoethe, desde luego.79

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