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bloch-principio-esperanza-III

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52. EL YO Y LA LÁMPARA FUNERARIA O IMÁGENES DE ESPERANZA/ cuando el arco asciende en nubes de plata, / ital y como eres, así esmi alegría!» La muerte en el Etna celebra plenamente el desposoriocon la naturaleza, y expía el superhombre que ha querido escapar aella y crecer por encima de ella. La vieja unidad entre el hombre yla tierra, más aíín, entre tierra y cielo, arde en la muerte como unaantorcha po rendida:Si ahora, solitario, el corazón acusa a la tierra y, pensando en / la viejaunidad, extiende la oscura madre al éter desde los brazos de fuego, / y el soberanoaparece en su esplendor: / nosotros te seguimos a las llamas sagradas/ como signo de que le somos afines.El uno-todo que debía aparecer a Empédocles era sentido y pensado,sin duda, como lo eternamente vivo, no como una momia o mecánicagigantescas. Y, sin embargo, discurre sin metáforas orgánicaso bien con otro tanto de cristal: el éter se abre sin el género humano.Éstas son las imágenes del anhelo que, a través de la muerte, quierenllegar a la naturaleza perdida, al «grave son de la hra de Urano», tal ycomo lo espera Empédocles, o más exactamente, en el silencio con elque concluye la inacabada tragedia de Hólderlin. Todas estas imágenes,de tan diverso rango, tienen su utopía de la muerte en la unidadde lo inconsciente que parece prometer la naturaleza, especialmenteen la belleza natural inorgánica. Lo que se busca es no-escisión por laconciencia, no-escisión por sujeto y objeto: algo a lo que parece máspróximo el mundo inorgánico, ya que él mismo se ha mantenido,desde un <strong>principio</strong>, fuera de la vida. La muerte ya no es tenida comohermana del sueño, sino más bien como hermana del granito, con lanoche o el azul celeste sobre sí. El no al ser humano vivo-individualaparece así en toda esta voluntad de devenir curiosamente neoegipciay, a su vez, completamente antiestatuaria, como algo muerto, comoafirmación de una ausencia humana en sí. La muerte, un trozo de lanaturaleza y, sin embargo, un trozo altamente antinatural, que contradiceel aire, la luz, el sol, debe convertirse ella misma en estas ampliacionesde la muerte —cuyos orígenes filosóficos se encuentran yaen Anaxímenes y su doctrina unitaria del alma y el éter—, en aire,luz, sol, aun sin verlo así, e incluso precisamente por ello.Glaciar, madre tierra y espíritu universal(aianilo la vida se extingue, no parece, por eso, que todo se hayaperdiilo. I",n el siglo XIX .se hallaba imo tan fácilmente cansado del1 c-7

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