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bloch-principio-esperanza-III

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IMÁGENES DESIDERATIVAS DEL INSTANTE COLMADOcon latidos sentimentales abstractos por el bien de la humanidad; loque hizo, al contrario, así fue desacreditarse, porque el ánimo nobleignorante no sirve de campeón en este reino. La muerte patética deDon Quijote no hace olvidar, por eso, la comedia que ha puesto enescena. Don Quijote mismo sabe incluso que ha sido un héroe cómico,con lo cual, desde luego, deja de serlo; porque sólo el héroetrágico sabe y soporta saber que lo es, mientras que el héroe cómicono lo sabe nunca, y si llega a hacerse consciente de ello, la comediatermina para el espectador. Pero justamente la comicidad total de susprecedentes actitudes subsiste; la desaparición de la locura del DonQuijote moribundo, tal como nos la describe Cervantes con una seriedadque arranca las lágrimas, no hace del hidalgo un héroe trágico.Aunque sí le lleva, en cambio, a la escena de la tragedia: compasión,contemplación sollozante, dolorosa simpatía se le abren camino alhéroe en este final. Se le abren a Alonso Quijano el Bueno, como elmoribundo se llama ahora, a la víctima noble y desamparada de tanincontables tormentos, vilezas y desilusiones en este mundo. Pese a locual, Don Quijote se deja aprehender como particularmente cómicoen la despiadada comparación entre el querer y el poder, entre ladirección y el objetivo. En su totalidad, es el espectáculo del acabamientode un hombre magnífico, de gestos heroicos por razón de lachusquedad de sus exageraciones y locuras: un hombre de acción sinacciones, un incitador sin respuesta. En tanto que obra así el compasivohidalgo, en tanto que Don Quijote no domina nada, es trituradopor las más mínimas bagatelas, y, pese a todo, lo iinico que experimentaal final es el hundimiento de su yo excesivo en la mera verdadde su vacío y de su sueño mesiánico en el conjuro histórico-fantasmal;lo único que logra este carácter —rechazado tanto por la tierracomo por el cielo— es poner en escena una representación ante lanada inmutable, ante el león del destino que ni siquiera parpadea,una representación inocua, que no es delegación de nadie, cómica y,a la vez, vergonzosamente paliada. Casi todo lo sublime se convierteaquí en bufonada y en quimera, aunque, eso sí, en la bufonada de unaexistencia plena y en la quimera de un ideal mesiánico.Y, sin embargo, todavía no se ha dicho la última y más exactapalabra sobre el complicado personaje. Ninguna figura nos aparecetan de una pieza, y ninguna se hace más ambigua si se la consideradetenidamente. A la risa se añade el resplandor que emana de DonQuijote, y el hidalgo no es sólo refutado por la risa o incluso por laadmonición. El hidalgo es un loco semi-inteligente, muy irisado, con140

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