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bloch-principio-esperanza-III

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52. EL YO Y LA LÁMPARA FUNERARIA O IMÁGENES DE ESPERANZAtante lo cual no está sometida a ninguna categoría del recuerdo, nisiquiera cuando se la tiene por idéntica con el estado anterior al nacimiento.Segiin su otro lado, siempre problemático (como definitivumen un mundo en el que hay más fragmentos que definitiva), la muerteno se resiste, sin embargo, a hacer sitio a una multitud de fantasíasy presentimientos, y ello a pesar, y también como consecuencia, deesa durísima contra-utopía que ella misma representa in realitate. Porrazón de la falta de continuidad con la vida anterior, la muerte seresiste a hacer sitio a las categorías de la utopía científico-concreta;pero como espacio futuro, espacio de nuestro núcleo parturiento, lamuerte posee hipotéticamente plenitud. En todo este punto sólo sonposibles interrogantes por de pronto y, en último extremo, sólo lasuposición de que la muerte tiene una raíz filosófica en la oscuridaddel momento vivido, o incluso de que ambos tienen la misma raíz.El «qué» inobjetivado, el «ser qué», pero no todavía el «ser ahí» delfundamento de la existencia se encuentra, sin duda, en la secuenciafutura de los impulsores del devenir, es decir, de las objetivacionescumplidas del «ser qué» en el mediado «ser ahí»; en cuyo sentido,por tanto, el fundamento de la existencia que se inserta en el procesoes, en tanto que fundamento del devenir, también el fundamento dela caducidad. Y ello tan larga y ampliamente como el momento no seha objetivado sólidamente, mientras el «qué» del existir no se ha realizadoél mismo. Ahora bien, dado que el instante central de nuestroexistir no se ha situado todavía en el proceso de su objetivación, y enúldmo término, de su realización, hay que concluir que el instantemismo no está sometido a la caducidad. Con total independencia delamplio problema, por de pronto irresoluble, de si la oscuridad delmomento vivido y la muerte tienen la misma raíz, a saber, todavíaimplícito «ser qué» sin «ser ahí»; independientemente de ello, la expansiónprocesal de esta oscuridad como caducidad tiene, sin duda,cl mismo contenido. Cronos devora a sus hijos porque aún no ha visiola luz el auténtico, porque todavía no ha aparecido el «permanecelili instante; eres tan hermosa». Pero también, sin embargo, el núcleode nuestra existencia que no se hace presente en el proceso no afecta,il proceso con sus caducidades, y, en consecuencia, no es tampocoiilcctado por ellas. Un algo inmediatamente hermético, un ser que noNc encuentra en el «ser ahí», puede tener como vecina a la muerte entanto que otra especie de esta involutio, pero no puede tener comodestino a la muerte en tanto que aniquilamiento de un «ser ahí». Y siel núcleo todavía hermético de nuestra existencia se abriera desde suiiuni'tlíatez, si se insertara así mismo en el proceso o en la evolutio.2S7

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