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bloch-principio-esperanza-III

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IMÁGENES DESIDERATIVAS DEL INSTANTE COLMADOpor eso, a la vez que en todas sus imploraciones, a veces incluso bajola superficie y bajo las ideologías predominantes del mito estelar y delmito de los señores, la religión constituye el más serio de los intentosde hacer realidad la llamada perfección abarcadora. Un intento enque se dan elementos de la embriaguez o de la reflexión, factores antropomorfoso del cosmos, de la rebeldía prometeica o de la paz hipostasiada,y en el que las religiones de la protesta representan, porlo menos, las proyecciones y las hipóstasis más humanas en la inmensidad.Un elemento numinoso, también en lo humano religiosoHay un sentimiento piadoso, para el que lo mucho es sospechoso. Esun sentimiento que puede volvernos ciegos, pero que también permiteagudizar la mirada para otra clase de vida. Tampoco el no-piadoso,a no ser que sea un necio, hace de sus modos y maneras la medidade todas las cosas, de las que son como de las que no son. El sentimientoreligioso mismo se enfrenta de por sí con el sentimiento desvergonzadoe incluso con aquel sentimiento liberal y comodón quese complace en sí mismo y que piensa su más allá de modo muy comprensibley como a la mano. «¡Ay, que los hombres no son nada!»,dice, en cambio, la Biblia, sin pecar por eso de misantropía. «Miscaminos no son vuestros caminos, ni mis pensamientos son vuestrospensamientos», dice el Dios de la Biblia, sin estar representado aquícomo demonio. Este distanciamiento e incluso este terror del umbrales parte de toda relación reUgiosa o ésta no lo es. Desde este puntode vista y, bien entendido, sólo en este respecto dene razón RudolfOrto cuando designa lo «completamente otro» como rasgo característicodel objeto religioso y lo «numinoso-estremecedor» como el aurade lo santo. El Karl Barth de la primera época tiene también razóndesde este punto de vista, pero, bien entendido también, sólo comoantídoto, cuando defiende la proposición inaudita y antiliberal: «Ladivinidad pronuncia un constante 'no' hacia dentro del mundo». Ocuando enseña: «La reahdad de la religión es el espanto de sí mismopor el hombre». O bien: «La infinitud tal y como podemos imaginárnoslalos hombres está siempre medida por nuestra finitud, y es, portanto, sólo una finitud infinita»"'. El Dios creído es aquí alejado detoda participación humana (teología federal) como un despotismono susceptible de mediación; pero, a costa de este precio grotesco,119. Cf. K. Barth, Carta a los Romanos, BAC, Madrid, 2002.,í()4

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