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bloch-principio-esperanza-III

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IMÁGENES DESIDERATIVAS DEL INSTANTE COLMADOmártires de una causa así no son nunca plenamente refutados. Ni lamera tierra utópica legendaria, ni la caricatura de un phantasma genefundatum tienen por qué avergonzarse ante esa bellaquería en queconsiste precisamente la diversión feudal, i Cuan vana es la mismailusión o el arte con el que la vaciedad se llena, junto a las huellas delservicio anacrónico bajo las banderas de Amor, si todo ello se comparacon la ilusión con que Don Quijote se reviste a sí mismo y revisteal mundo! En su Filosofía del arte dice Schelling una vez que, prescindiendode la belleza, la duquesa tiene todo en común con Circe^^;y, en efecto, aquí todo es un mundo de mascarada, y sólo Don Quijoteno se convierte en cerdo. El teatro en la corte de los duques es deun cinismo acabado, un baño en espuma y engaño, mientras que DonQuijote, que no necesita para nada esta clase de teatro, ve todavía enél toda una serie de personificaciones de sus propios sueños. Lo maravillosoes aquí para él la realidad; cendales y fuego de diamantes leapuntan en esta dirección en el teatro acondicionado por el duque,y la imagen ensoñada supera a ambos. En el teatro vive Dulcinea, yDon Quijote rodea esta imago con una veneración más auténtica delo que ninguna mujer real ha podido experimentar. Se trata aquí,es verdad, de una creencia alucinada de terrible irrealidad, pero, ala vez también, de la más fiel idealidad. Dulcinea es más hermosaque las más hermosas mujeres que hayan podido aparecer en la vidao incluso en la literatura. Estatuyendo todo un ens perfectissimum,logra con este amor de la fantasía que el mismo ideal se escinda en unestrato empírico y un estrato utópico, y Dulcinea se encuentra totalmenteen la parte utópica, superutópica. Sólo su falta de contornosimpide que ante Dulcinea la misma Helena troyana quede rebajadaa la cotidianeidad de la Helena egipcia. No sólo en la realidad dada,sino también en el estrato desiderativo y fantástico, Dulcinea es así lafemme introuvable. Pero, desde luego, Don Quijote mismo se debateentre la realidad dada y la verificación de un arco: del arco míticode la referencia legendaria. El mundo está encantado por la magianegra, y precisamente en sus puntos más sóhdos es presa del conjuro;y ni por un solo momento duda el rabioso optimista que ha de llegarel gran instante y que la corteza saltará en pedazos. Esto es lo quebusca en su fantástica salida y todavía en el triste retorno; la verificacióntiene que tener lugar. En el lecho de muerte, el gran instante esla moralidad, mientras que, durante su sueño, el gran instante vaga57. F. W J. Schelling, Filosofía del arte, estudio preliminar, trad. y notas deV López-Domínguez, Tecnos, Madrid, 1999, p. 422.144

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