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bloch-principio-esperanza-III

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IMÁGENES DESIDERATIVAS DEL INSTANTE COLMADOlado, también parece extenderse sobre ella una expectativa objetivadirigida a una solución y transfiguración, tal y como si en el interiorde los montes fuera a crecer el árbol áureo, y de la gravedad fuera asurgir la luz. Era la naturaleza-valor romántica, de la que Schellingdecía que era «el primero o Antiguo Testamento, cuando las cosasestán todavía fuera del centro y, por eso, bajo la ley», o también: lanaturaleza es una revelación más antigua que toda revelación escrita,y contiene «modelos que ningiin hombre ha interpretado todavía,mientras que los que se contienen en las revelaciones escritas hace yatiempo que han sido realizados e interpretados»'*'. Y sólo esta galeríade valores oculta, rica en referencias a lo último, hizo posible, ademásde la belleza de la naturaleza, también lo asombroso de la mitología dela naturaleza, frente a la cual el yo religioso durante tanto tiempo seha sentido abismado. Es verdad, desde luego, que el animismo religiosose ha visto lleno una y otra vez de antropomorfismos, muchomás que la percepción de la naturaleza; pero así como la belleza de lanaturaleza no es meramente ilusión, así tampoco lo designado por lamitología de la naturaleza es siempre superstición; así, por ejemplo,cuando en la noche de tormenta, en la tempestad, en la primavera, enlas constelaciones del firmamento (vistas desde la tierra), la mitologíade la naturaleza creía percibir explosiones u órdenes cuyos efectos seencontraban fuera del sector mecánico. Como ya hemos visto, esteentrelazamiento de categorías naturales y cualitativo-axiológicas se nosmuestra bajo un aspecto puramente mítico, excesivamente mítico enMani, en la mitología natural del bien-mal, luz-noche; pero incluso eltodo orgánico de Leonardo, la musicalidad en Kepler, la embriaguezde luz en Goethe no son pensables sin una pervivencia de la mitologíade la naturaleza. «Sonoro para oídos de los espíritus / nace ya elnuevo día. / Las puertas de las rocas crujen rechinando, y las ruedasde Febo ruedan con estrépito. / ¡Qué fragor trae la luz! Nada inauditose oye». Para Goethe, Aurora abre aquí la puerta del Oriente, unsímbolo por excelencia del nacimiento de la luz, y no un fenómenode la retina debido a que las capas más bajas del aire sólo permitenpasar las radiaciones rojas. Para los versos de Goethe y la mirada quealienta en ellos no basta el mero fenómeno subjetivo de la retina, connada en su exterior más que cuantificación; como no basta tampocopara la consonancia forzosa e ineluctable entre la acción y el paisajeen Shakespeare. ¿Cómo sería posible, de otra manera, esta naturalezatan sorprendentemente concorde con sus figuras: la noche de verano189. »ferte,VII,pp. 411,415472

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