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bloch-principio-esperanza-III

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51. FRANQUEAMIENTO Y MUNDO HUMANOnal. En lugar, por eso, del efecto ensordecedor, lo que aparece es elefecto ético y su reproducción por la música; en lugar de la potentemúsica descriptiva de un gran sueño primariamente nocturno de lanaturaleza, lo que aparece es la moralidad de la música.También el hombre entre los hombres quería ser pintado: ¿y cómopodría serlo más próximamente, mejor, más mejorado que por mediodel sonido? Con ello el sonido retorna, de nuevo, a su punto de partida,retorna a su propia puerta y da calor a la casa. La música descriptivay lo que está en relación más profunda con ella tiene su paraleloen el autorretrato por medio del sonido, en la contigüidad ejemplar.Desde siempre se ha esperado este efecto ético de la música, tal ycomo si en el hombre hubiera también animales salvajes que dominaro languideces que reanimar. Esta <strong>esperanza</strong> se encuentra desdeOrfeo hasta la Flauta mágica, en la cual las damas de la Reina de laNoche cantan de ella: «Con ello puedes actuar omnipotente, puedescambiar las pasiones de los hombres». Esta <strong>esperanza</strong> recorre, menosmágicamente, desde Platón, toda la Edad Media, y ha mantenido lavieja y polémica coordinación de la belleza con la bondad en un nivelmuy superior al que era posible en la literatura, y mucho más, desdeluego, al que era posible en los productos rancios de la literatura moralizadora.En sí el arte de una época se ha mostrado siempre mejorque la mera prédica moral, y si cedía a ésta, el resultado era o bienGottsched o la «escoba de hierro». Pero el arte no se mostraba mejorque la energía no-filistea de la humanidad en el momento, y si seentregaba a ésta surgían Schiller y Beethoven, que son la moral sinmás de la música. Más aún, la facultad de la música de ser moralidadfuerza a un nivel superior a la simple prédica moral. Hay una diferenciaentre la exigencia filistea de hojas de parra y la lucha platónica delos Padres de la Iglesia contra la música sensual, o la lucha del papaMarcelo contra la música ornamentada en exceso. Platón fue quienprimero comenzó realmente a tomar en serio la música, de acuerdocon su utopía estatal tan poco liberal; la enervación de la música seconvierte para él en un escándalo, no en una locura {República, libro<strong>III</strong>). Se eliminan las tonalidades lastimeras y débiles, mientras quese hacen sobresalir «las tonalidades de la energía y buen ánimo, quepueden imitar de la mejor manera el estado de ánimo de los desdichadosy los fehces, de los reflexivos y los vahentes». Todo ello desdeuna posición de respeto que responde, desde luego, mejor al objetode la música que a la armonía de las esferas; o más bien, que pone ensu sitio su parte humana, la armonía entre cuerpo y alma. Partiendode esta imagen-deseo, Platón considera «la educación musical de lal«.^

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