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bloch-principio-esperanza-III

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49. PARADIGMAS DE L A T R A S P O S I C I Ó N DE FRONTERAS: FAUSTOaquí la brillante alegría estética infundada, y ambas antes de la noche.Es decir, antes del silencio que Shakespeare veía en el teatro delmundo, tanto para Hamlet como para Próspero: allí entenebreciendola trasposición de fronteras, aquí rodeándola precisamente conlos sueños más abigarrados, e incluso con la mayor jovialidad. Sóloque falta lo insaciable; en alemán, Próspero significa el favorecido, elque «prospera», no el combatiente. Es verdad que Próspero ha sidocomparado especialmente con Fausto; la varita mágica, la sabiduría,la comunidad fundada en la dicha y el valor parecían legitimar estacomparación. Pero el horizonte fáustico de Próspero se nos muestrasin tentaciones ni interrogantes; ningún demonio asoma su cabeza enla soledad fáustica; no hay ninguna bienaventuranza que se pacte parala consecución de la codiciada verdad, sino que la existencia aparececomo un don tras una maldición y permanece en el ámbito de la fábula,sin salir nunca de él. Aquí no es necesario tampoco ningún Richmondque repare los desafueros, ningún Fortinbras que establezcala realidad; Shakespeare no les confía ya esta tarea. Sus últimos tresdramas tienden al «romance», es decir, al desenlace fabuloso, comosi todo estuviera en orden, a la gracia estética: Cimbelino, Un cuentode invierno y La tempestad ponen a disposición —en constante aparienciaensoñada— medios mágicos que hacen posible lo imposible.En La tempestad este elemento mágico es precisamente la existenciapoetizada, la apariencia hecha, por así decirlo, impoluta, ambas alentandoen fácil contigüidad. Próspero y su hija Miranda huyen de supatria, en la que los malvados se apoderan del poder; huyen hacia lasoledad, allí donde la virtud se mantiene y puede mantenerse en existencia.El sitio que escogen es una isla lejana de acuerdo con la viejatradición utópica, pero no, desde luego, para alabar ni para imitar labondad primigenia de sus habitantes. A ello se había inclinado todavíaShakespeare en Cimbelino; el drama incluso se hallaba orientadoen su totalidad a la contraposición entre una civilización pervertiday una naturaleza intacta. Pero ni siquiera aquí, para no hablar ya deLa tempestad, se equipara la naturaleza intacta con el pueblo bajo.Calibán, el salvaje, es, a la vez, ingrediente del populacho, sólo diferenciadodel animal por su maldad. En su acentuada liviandad, elpaís de la belleza sólo conoce al pueblo bajo como algo desagradable,de la misma manera que en El sueño de una noche de verano, y en unmarco semejante de aparecidos y fantasmas, sólo sirve para protagonizarescenas de ordinariez, de tal suerte que los artesanos ni siquierason hechizados en la noche de San Juan. Es verdad que el viejo ministrode Próspero alaba un estado de naturaleza, libre de propiedad,I2,í

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