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bloch-principio-esperanza-III

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52. EL YO Y LA LÁMPARA FUNERARIA O IMÁGENES DE ESPERANZAmerán los elegidos tras el acabamieífto del mundo y con cuya piel seconstruirá una tienda en la que vivirán felices los justos de todos lospueblos»: convirtiéndose el animal marino en una especie de manádel más allá. De un maná que no disminuye con su consumo y quemuestra que incluso Leviatán, el gran horror (Job 41, 2-26), puedetambién ser de utilidad a los bienaventurados. Con nueva fuerza demagisterip, Maimónides ordenaba, como fe en los trece artículos deun credo, la inmortalidad del alma y la resurrección del cuerpo. Ensu Orfeo, Salomón Reinach observa sobre ello, no muy exactamente,que estos artículos de fe se hallan tan lejos del judaismo bíblico comoel concilio tridentino de los Evangelios. Y no muy exactamente, porquela resurrección en Maimónides tiene una preparación emocionalen el judaismo posterior al éxodo, la cual se hace jurídico-moral a partirde Daniel. Al lado del miedo a la muerte física comienza a surgirel pavor de la segunda muerte, de la condenación que espera a losmalvados. Jesús mismo vivía en esta fe, profundamente arraigada enlos estratos populares, y predicaba desde ella, lo mismo como amonestadorque como salvador. Jesús mencionaba la resurrección comoalgo evidente y como un hecho peligroso para los más (Mateo 11,24; Lucas 10, 12); y en la secta de Jesús la fe en la resurrección yen el último tribunal era parte de la doctrina sobre el comienzo deuna vida cristiana (Hebreos 6, 1 s.). Cuanto más esplendorosamenteluciera el cielo, tanto más intensamente había de influir, más allá dela profecía política del ungido, la profecía de la vida eterna: tras eltriunfo sobre la segunda muerte después de la primera, después de lamera aniquilación física, que deja al alma hbre para el infierno o parael cielo. A partir de Daniel, y últimamente bajo influencias persas, lainmortahdad es situada, por eso, no sólo en el ámbito del futuro individual,sino en el seno de un drama cósmico y futuro de inconmensurablepotencia: en el seno del incendio universal, con la noche y laluz detrás. Todos los hombres estarán presentes: éste es el sentido delJuicio final, el cual no tiene lugar ante una última humanidad ni anteuna naturaleza de la que han desaparecido los hombres. Más aún, elmundo del Apocalipsis, en el que desemboca el judaismo ulterior, hubieraaparecido a los ojos de sus fieles como insignificante y carentede subjetividad, si no hubiera tenido por objeto y no hubiera descritouna asamblea resucitada de todos los hombres desde Adán.Tanto más ardiente es la voluntad de encontrarse en el lado justo,en las filas de los triunfadores. En un <strong>principio</strong>, Jesús aparece comosanador, y en este sentido y no en un .sentido político, ni menos comoliberailor del pecailo, trata de ganar iliscípulos. Su acción está dirigi-

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