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bloch-principio-esperanza-III

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49. PARADIGMAS DE LA TRASPOSICIÓN DE FRONTERAS: FAUSTOfrenado, se alza otra demonía posterior: la del Derecho, con culpay expiación. Y porque la fuerza natural no aparece ya innominada,sino en un individuo, y porque el Derecho la mide con el criteriodel orden dado, no de la fortaleza o de la belleza, la fuerza naturalsexual aparece ella misma como hybris, y en un sentido más preciso,como dionisíaca. Don Juan se convierte en la imagen desiderativamás esplendente, en el paradigma de la seducción, en la personalidaderótica más indudable. Como tal, aunque es un hombre en potencia,y precisamente por ello, Don Juan pertenece al dios de las mujeres,a Dioniso, al dios rebelde contra el matrimonio y contra el orden.Espada y piedra se encuentran de igual a igual en el «no» y en el «sí»de la iiltima escena, y el no a las convenciones sociales hmitadorasno capitula. Su radicalidad no se arrepiente, no se vuelve atrás, sinoque prefiere sucumbir a no ser ya Don Giovanni. El ser sexual intactocon el absolutum de su impulso amoroso no tiene un miércolesde ceniza, no lo compra, no busca en absoluto su momento supremoen el cielo. Don Giovanni se presenta siempre como dueño delinstante, es decir, del instante en que el hombre es, en tanto que escomo hombre. Precisamente al final el presto de Don Giovanni sehace completamente metálico, y, en consecuencia, tan indestructible,tan eterno como la piedra del Comendador. Esta especie de dinámicaes la que, en un punto, en una persona, confunde incluso a laotra parte, y la que en Donna Anna confunde la música del afecto(al padre y al prometido). Donna Anna, la única figura que se hallaal mismo nivel que Don Giovanni, se seduce a sí misma a través delcaballero, lo ama y cae en conflicto. No se trata de la interpretaciónpostuma de E. Th. A. Hoffmann en su célebre relato. Cien años antes,ya Goldoni había dado en el clavo en su drama Don Giovanni:Donna Anna está prometida a Ottavio, sin sentir especial inclinaciónpor él, y cae en las redes del gran amador. En la música de Mozartse echa de ver muy claramente que Ottavio no es objeto suficientepara el amor en el canto de Donna Anna, no es objeto bastante parala potencia conflictiva en todo su exceso. Tampoco el dolor por elpadre oculta la desdicha de una pertenencia distinta; este dolor traicionatanto más, cuanto que precisamente su música está compuestamás por el material ardoroso del mundo de Don Giovanni que porel material del mundo del afecto. En la última gran aria de DonnaAnna, «lo crudele? O no, mió caro», el dolor por el padre se transformaclaramente en el padecimiento del anhelo, en una llama dela vocalización que no deja nada de Ottavio, tras el cual aparece lafigura gigante de Don (iiovamii. En su aparición centelleante, éste97

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