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bloch-principio-esperanza-III

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55. KARL MARX Y EL SENTIMIENTO DE HUMANIDADviendo en estos últimos sólo un valor comparativamente trivial, asítambién se dene al Marx secularizador como un producto del asfalto.Y todo ello porque aquí se han puesto en pie el hombre y multitudde otras cosas.La denigración de la propia época es, sin duda, un rasgo muy extendidoen la burguesía, y no se hmita, por eso, a Marx, aunque éstesea el héroe que con más complacencia se trata de empequeñecer.La fatiga de una clase en decadencia la hace no tener apenas confianzaen sí misma; Spengler iba a acuñar la divisa general de esto. Noshallamos en unas «postrimerías» sin más, en una «vigilia» estéril, queha sucedido al «alma soporte de cultura», un día juvenil. Y ello secontinúa en bloque de manera semejante en Toynbee, que describela propia «democracia y ciencia» como algo secularizado; de tal maneraque también éstas son sólo «una repetición casi insignificantede cosas que los griegos y romanos hicieron antes que nosotros, yque hicieron extraordinariamente bien»^"'. Sin embargo, toda recuperacióndel propio, aunque ya histórico, valor burgués dejaría deresponder a su cometido social si no demoliera, no sólo el pasadoliberal, sino, sobre todo, la vocación de nuestro tiempo por el futuro.Sería un gran consuelo si el marxismo, y precisamente el marxismosituado cronológicamente en el otoño general de la cultura,tampoco pudiera ofrecernos nada digno de mención, ni menos nadacon futuro. iY con qué sentido desanimador está esto pensado parauna juventud proclive o inclinada al socialismo! Marx es así, no sólo«profundo siglo xix», como decían los nazis, sino que, aunque fueray expresara el siglo XX, sólo tendría pasado en sí y ningún futuro. Yla maniobra de la liquidación de segunda mano de Marx no se agota,sin embargo, con ello; porque la denigración de la propia épocano quedaría completa sin la idolatría de las noches bañadas de luzde antaño. La «rebelión de las masas», la «dominación de los mediocres»,el «fragor del populacho» al final de todos los conciertosculturales, no aparecería todo ello tan mezquino si su misma música—resuene donde resuene— no se nos ofreciera como una meraderivación de tiempos mejores, más espirituales, más idealistas, másespeculativos. Sin tales resonancias del pasado, el amaestramientono sería perfecto ni la maniobra contra la secularización revestiríaese grado aniquilador que importa al capitalismo. En el epílogo a lasegunda edición de El Capital, Marx caracterizó, como es sabido,201. Cf. A. Toynbee, Civilization on trial, Oxford University Press, London, 1948,p. 2.37.49^

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