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bloch-principio-esperanza-III

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IMÁGENES DESIDERATIVAS DEL INSTANTE COLMADOdado fácticamente, pero que, sin embargo, no es tampoco una quimera.No es una realidad, ni menos una realidad suprema en el sentidode la teoría platónica de los dos mundos, con la caducidad de todaslas manifestaciones sensibles y con el verdadero ser de las ideas eternasen un eterno lugar uránico. Pero muy distinto de todo ello —^y exactamenteen la unidad material del mundo—, es un algo mantenidoabierto para una realidad posible en el futuro, todavía no decidida,en este espacio vacío; como tal, este espacio es vacío sólo de acuerdocon su primera determinación, pero de ningún modo lo mismo ya quela misma nada. Y nada sería también más erróneo —siempre que unose haga cuestión del ateísmo de manera objetiva, no sólo antropológica—que el «consecuentismo» de la fe en un espacio vacío, en el queno se diera en absoluto ninguna clase de ser, ni siquiera el correlatode un ser utópico en sustitución del ser de Dios, de un todavía-no-serigual al reino. La pura fe en un espacio vacío puede, o bien desesperarnihilistamente, o bien puede alegrar febrilmente, porque le handesaparecido, a la vez, el sentido y Dios; como consecuencia de locual, la humanidad, circundada por la noche nihilista, meramente fosforece,o bien, circundada por el vacío, se hace fluorescente comoen un tubo de Geií^ler. Las cosas no son, sin embargo, así, y el espaciovacío, despojado de toda certeza del ser, tiene el vacío, según yahemos visto, sólo como su primera determinación, mientras que enseguida, y como segunda determinación, posee ebullición, esfera deacción abierta para el sujeto humano, y también para un sujeto noliquidado de la naturaleza circundante. En este sentido, y en relacióncon el mundo religioso desiderativo, también Feuerbach tuvo en susúltimos años que interrumpir su demasiado pura antropología, es decir,su idealismo subjetivo. Si no en el liquidado más allá, Feuerbachno pudo evitar encontrar en la naturaleza, también desdivinizada, unalgo que hacía que la proyección no estuviera tan suspendida en elvacío. Y como para él es la naturaleza la que participa en la proyecciónreligiosa, a las meras imágenes desiderativas se añaden ahoraobjetos como los de la sensibilidad exterior. De acuerdo con lo cual,para el Feuerbach de la última época, el de la época de la Teogonia,los dioses no sólo son seres del deseo, sino, a la vez también, seres dela naturaleza:El deseo es, sin duda, el origen de la religión, el origen de los dioses, yel deseo mismo, en tanto que tal, procede del hombre; pero el objetodel deseo procede de la naturaleza exterior, procede de los sentidos[...] Los dioses como tales no son fuerzas o cuerpos de la naturalezadeificados y personificados, sino que son sentimientos, sensaciones,420

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