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bloch-principio-esperanza-III

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IMÁGENES DESIDERATIVAS DEL INSTANTE COLMADOsido protegido por la casta sacerdotal y que no hubiera sido denunciadoa los romanos; y por lo menos, desde luego. Caifas, el sumosacerdote, no hubiera insistido en su muerte contra la voluntad delprocurador imperial. Porque la pretensión a la dignidad de Mesías noconstituía, ni antes ni después de Jesiis, un delito castigado con la penade muerte; sólo en su caso se interpretó el pasaje de Levítico 24, 16,en el sentido de que Hijo de Dios era tanto como blasfemador de Dios,y que, por tanto, debía morir (Juan 19, 7). Ya antes el mismo Cirohabía sido celebrado como rey-mesías, y después de él, Zorobabel, unhombre que se había puesto a la cabeza de los judíos que retornabande Persia a su patria (Ageo 2, 5 ss.); es decir, que la pretensión mesiánicano era en sí algo inaudito. Después de Jesús —en una época, esosí, sellada por la desesperación— también fue proclamado como Mesíasel gran héroe nacional Bar Koshba por Rabí Akiba, la supremaautoridad sacerdotal; lo que muestra que el título mesiánico no constituíasiempre de por sí una blasfemia. El Mesías era entregado a losromanos sólo cuando no era completamente nacional, o bien cuando,en tanto que universal, no se encontraba de acuerdo con la Iglesia dela Ley. Sólo cuando el Mesías se presenta como Hijo del Hombre, enel sentido tanto precósmico como apocalíptico de este título, sólocuando proclama como instrumento y testimonio de su triunfo unacatástrofe natural que había además de destruir Jerusalén y el Templo,sólo entonces es tenido por blasfemo y digno de la muerte. Caifas,en efecto, entendió exactamente a Jesús al entenderlo escatológicamente,lo entendió mejor que el poco versado Pilaros y mejor tambiénque, más tarde, todas las gentes de vida apacible, que verían en elamor de Cristo sólo la paz, no la espada. Jesús es, en efecto, escatologíade abajo a arriba, y lo mismo que su amor, tampoco su moralpuede entenderse de otra manera que en relación con el reino. Sumismo consejo, no preocuparse por el día venidero, dar al César loque es del César, inicia sólo lo que va a surgir de modo plenamentepositivo en los mandamientos morales de Cristo: ruptura, separación,moralidad de un mundo del adviento. Es morahdad como preparadoradel reino, como función para disponerse al reino futuro e inminente;con la ética de Cristo en el sentido estricto del sermón de lamontaña es imposible establecerse en el tiempo, en el curso continuode la historia, en la sociedad secular. El mismo sermón de la montañaes el sermón de una época hecha puramente adventista, y sólo en elumbral matinal de algo inmediatamente por venir, que ya se cree haberalcanzado, tienen sentido todos estos aparentes quietismos. Justamentepor ello se encuentra aquí, al final de todas estas bienaventu-.^84

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