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bloch-principio-esperanza-III

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53. CRECIENTE INTERVENCIÓN HUMANA EN EL MISTERIO RELIGIOSOción, una gravedad que sólo pueden aprehender, desde luego, unconcepto del saber que se ha enriquecido a sí mismo con la concienciareligiosa. Y de esta suerte, el fin de la religión en este saber, como<strong>esperanza</strong> inteligida en totalidad, no es simplemente la ausencia dereligión, sino —en las consecuencias del marxismo— herencia de ella,conciencia-saber metarreligioso del último problema del adonde ydel para qué: ens perfectissimum.Y es que la voluntad del «hacia lo alto» dirigida en este sentidosigue viviendo en la voluntad del hacia adelante. Cuando el pueblocorre tras un fundador religioso, corre, en último término, tras unquerer-ser como en el cielo. Este sursum corda vale, sobre todo, cuandoel cielo no es en absoluto un «completamente otro» dado, sino entanto que nuevo cielo, nueva tierra, algo propuesto utópicamente;y es así como el sursum corda lleva en sí el substrato religioso, esdecir, el substrato mesiánico heredado. Fundadores rehgiosos se habíanya comportado mesiánicamente mucho antes de que los judíostomaran al pie de la letra el elemento mesiánico, convirtiéndolo en lareducción fundamental de lo religioso, en constitución del reino. Elmesianismo es la sal de la tierra y también la sal del cielo; y ello con elfin de que ni la tierra ni tampoco el cielo al que se aspira caigan en lanecedad. Lo que lo numinoso prometía quiere darlo lo mesiánico: suhumanum y su mundo adecuado no sólo son lo des-acostumbrado,lo no-trivial sin más, sino la cosa lejana bajo la luz del amanecer. Yfue necesario un largo camino hasta que los fundadores se ocuparonde la latencia humana en el nombre de su dios. Hasta que la historiade las representaciones de Dios recorrió el camino del fetiche ala estrella, de la luz del éxodo al espíritu del reino, dando así porterminado su recorrido. Hasta que la fe se aproxima, ahora o enel futuro, desde las proyecciones de una oscuridad divina y de untrono celestial al incógnito y al «permanece todavía». Toda religiónha sido siempre esencia desiderativa, más mezclada que en cualquierotro punto con superstición y con ilusiones, pero no por eso ha sidouna esencia desiderativa desperdigada o limitada, sino total, y noha sido tampoco ilusión completamente vana, sino ensayadora y conuna perfección no real en el propósito. A toda religión, incluso a lamítico-astral, le ha sido siempre más fácil creer en lo invisible queen lo visible, y su idea de Dios no coincidía nunca con la especie derealidad a mano, como no coincidía tampoco la irrupción religiosacon el hombre anterior y ese su mundo de perdición contra el quealzaban su voz los profetas. El contenido pensado y anhelado bajoDios es tan superior a la realidad dada, que, pese a todas las hipós-

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