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bloch-principio-esperanza-III

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IMÁGENES DESIDERATIVAS DEL INSTANTE COLMADOastral; pero, pese a ello, el nombre mencionado se halla en segundoplano respecto a los dioses, se encuentra en relación externa conellos. El fundador dionisíaco se cubre de espuma ante su dios de lanaturaleza, el mítico-astral se consume ante él, y el mismo Buda, lagran autorredención, se hunde al final en el akosmos del nirvana.Moisés, en cambio, fuerza a Dios a ir con él, le convierte en la luz deléxodo de un pueblo; y Jesús penetra lo trascendente como tribunohumano, utopizándolo como reino. Pero con o sin perfiles definidos,penetrando o no la naturaleza y la trascendencia, las palabras redentorasson siempre pronunciadas por hombres. Y en las hipóstasis delos dioses los hombres sólo daban expresión a un futuro anhelado, aun futuro que en estas ilusorias hipóstasis sólo podía evidentementeser aprehendido él mismo de modo ilusorio. Siendo así que en algunasimprecaciones a los dioses e incluso al reino de Dios pidiendoque vinieran al fin a la tierra, esta ilusión podía ser de tal especie queen lugar de concihar con ella el dato y su ideología, éstos eran consideradoscomo un espejismo con el que no era posible concluir ningunapaz. Para esta protesta, sin embargo, entendida como claramenteradical-utópica y humana, eran necesarios profetas, no formuladoresde una tradición, y ello aun cuando los profetas, a su vez, no hicieranmás que colocar una nueva ilusión de Dios en lugar de la ilusión antigua.En Moisés y en Jesús esta nueva ilusión contenía, desde luego,también irreafidad, pero, además de la simplemente mítica, tambiénotra especie de irreafidad: la que representa un poder-ser, o al menos,un deber-ser, y que, por tanto, puede ser entendida como una exhortaciónhacia una realidad utópica. Existe, pues, una conexión funcionalentre la creciente intervención del fundador en el misterio religioso,de un lado, y la predicación en senddo propio, el abismo milagrosohecho humano, de otro lado, del lado de la buena nueva. Y la crecienteintervención se basa, en último término, en aquella trasposiciónespecífica con la que todo acto religioso comienza, y que, entanto que acto productivo, deja tras de sí toda otra suerte de despliegueso pre-apariencias. Esta trasposición específica se nos muestra,cuanto más madurez revisten las religiones, como la trasposición dela más intensa de todas las <strong>esperanza</strong>s, a saber, como la trasposicióndel totum de una <strong>esperanza</strong> que pone en relación el mundo entero conuna perfección plena. Cuando la manera de esta perfección, en elcaso de fundadores poco destacados o cósmicamente difusos, revisteuna estructura externa y esencialmente mítico-astral, es posible, desdeluego, que, del mismo modo que surgió de necesidades despóticascomo ideología o incluso consagración del poder, así también se alie

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