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bloch-principio-esperanza-III

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IMÁGENES DESIDERATIVAS DEL INSTANTE COLMADOda contra la primera muerte y contra la enfermedad que lleva a ella,y sana, sobre todo, a tullidos, ciegos, lacerados y devuelve la vida aun cadáver. Los primeros relatos de los milagros, al estilo de hechicerías,están llenos de estos hechos, sin que se hable todavía en ellos depenitencia. Esta última aparece como predicación y herencia de Juanel Bautista, y después, en relación con la segunda muerte. En este sentidohay que entender las palabras nada interiores en absoluto, sino,más bien, mágico-materiales: «¿Qué es más fácil de decir: tus pecadoste son perdonados, o bien levántate y anda?» (Lucas 5, 23). Paradar a conocer que el Hijo del Hombre tiene poder para perdonar lospecados, el Jesús de este pasaje sana a los enfermos —según la interpretaciónya pneumática de Lucas—, pero su actuación se centra enser pan de la vida, no en la remisión de los pecados. Y Jesús triunfatras el bautismo con su muerte, como la resurrección y la vida, comoel primero de todos los que habrán de resucitar, como el que aportala segunda vida o vida celesrial frente a la segunda muerte o infierno.Redención del pecado mortal era la raíz o el tronco, pero la redenciónde la muerte era el fruto ansiado del judaismo de entonces, para nodecir nada del cristianismo pagano. Así, por ejemplo, en las palabras,por así decir, de un santo Taurobolio: «Quien come mi carne y bebemi sangre tendrá la vida eterna, y no lo despertaré en el último día»Quan 6, 54). Y así, sobre todo, en la definición que resume todos lossignos y milagros en el menos fácdco y más pneumático de todos losEvangelios: «Yo soy la verdad y la vida, y quien cree en mí vivirá, auncuando muera» (Juan 11, 25). ¡Qué diferencia respecto a los dioses dela Antigüedad, a los que tanto la muerte como la resurrección les sonajenas! Acontece a menudo, es verdad, que los dioses aparezcan en elúltimo momento, tal como lo hace Artemisa en el lecho de muerte deHipólito, pero la diosa no le promete en absoluto la inmortalidad,sino un templo y fama, y ella misma, que no conoce la muerte, le abandonaen su agonía. «En tus manos encomiendo mi espíritu»: ningúngriego podría haber dicho esto a sus dioses. Tampoco Yahvé habíaestado hasta ahora muy relacionado con la inmortalidad, mientras queen Jesús no falta la culminación: «Vuestros padres comieron el manáen el desierto y han muerto. Yo soy el pan vivo venido del cielo, yquien come de este pan vivirá por una eternidad» (Juan 6, 49 y 51).Pese a lo cual, la sustancia de la vida eterna, tenida hasta entonces pordesconocida, se afirma y se sitúa ahora en el Padre, y es Jesús quien lada a conocer: «Pero ahora revelada por la venida de nuestro Salvador,que ha privado de su poder a la muerte sacando a luz la vida y un serperdurable» (2 Timoteo 1, 10). Jesús lleva a un segundo éxodo de232

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