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96 TINOS T TROTAROS.
imposible pudiera ser cosa buena un gobierno con tantos ene­
migos. El entusiasmo por Fernando VII, aquel entusiasmo tan
vivo á su vuelta del suelo francés, habíase apagado del todo,
reemplazándole otro sentimiento», qué sin llegar á la indife­
rencia, se le parecia muchísimo. Una sola consideración habla­
ba en favor del monarca, y era la persuasión que los pueblos
tenían de no ser él la causa de los males del país, sino solo sus
malos consejeros; pero aun esto venia á dañarle, porque el
vulgo se iba acostumbrando á mirar las conjuraciones como una
arma esgrimida contra estos, y en manera ninguna contra él,
y esto justificaba*á sus ojos todo acto de rebeldía. Era, pues,
ya un triunfo notable para la causa de la insurrección el
estado moral de los ánimos: en su espíritu altamente monár­
quico, podría suceder enhorabuena que el Pueblo ñola secun­
dase cuando diese el estallido final; pero tampoco la comba­
tiría.
Nada de esto, repito, llamaba la atención de los hombres
de Fernando, antes bien cuanto mas se acercaban al desenlace
final del drama, tanto mas ciegos parecían ser, tanto mas se
lisonjeaban con la idea de que era su derrota imposible. Ningu­
no de los actos del gobierno realizados después de lo dicho reve­
lan á la historia imparcial modificación la mas leve en la marcha
hasta entonces seguida, sino es que alguno crea-satisfechas las
exijencias de la opinión con las esenciones y gracias concedidas
el 31 de Agosto á los cultivadores de terrenos incultos y á tos
que abriesen canales de riego para el fomento de la agricultu­
ra, ó con la orden dada'en diciembre para la formación de un
código criminal, olvidada la promesa del otro, del que debía
ser fundamental para el régimen de la monarquía. Las demás
providencias del gobierno fueron de interés harto escaso para