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como por la evidente ilegalidad con que el monarca se lo con­
feria repitiendo el desacierto pasado, enmendó S. M. el error
tornando á cometerlo otra vez, y nombrando nuevamente por sí,
con la misma informalidad, al también cargado de años y peji­
gueras general Rodríguez. Era esto lo que se llama divertirse,
y magistralmente en verdad, á costa de la pobre Constitución,
y asi nada tiene de estraño que á pesar de serle Feliu tan alle­
gado como ya se ha dicho, se cargase con una conducta tan
evidentemente inescusable, puesto que loquees esta vez, ni
tenia el rey el preteslo de decir como lo habia dicho la otra
que pecaba de inocente ignorancia, ni obrando como obraba
á sabiendas, podia siquiera alegar la circunstancia de tener
hostil á un ministerio que tan uña y carne habia hasta aquellos
momentos sido constantemente con él. Hizo, pues, su efecto
el desaire, y reunidos todos los ministros, decidieron por una­
nimidad dar en el acto su dimisión, no queriendo hacer mas
el tonto ante un monarca tan informal, caprichoso y antojadi­
zo. Verificada esta diligencia, divulgóse en breve por f Madrid la
noticia de lo que pasaba, volviendo á agitarse de nuevo, y sin
duda con mucha razón, no ya solo la gente acalorada, sino
hasta la mas circunspecta de todos los matices liberales. Hé­
tenos, pues, en otra nueva gresca , y aquí del mismo rey si la
culpa la tenia esta vez otro que él, ni mas ni menos que la
habia tenido en octubre del año anterior. Temerosa la diputa­
ción permanente, y con ella el ayuntamiento, de las nada agra­
dables consecuencias de aquel mas que bis ad eundem, ó sea
nías que doble caida en un mismo é idéntico error, represen­
taron ambas corporaciones suplicando á S. M. se sirviese te­
ner mas cabeza, y que regresase á Madrid . dejando aquellos
Sitios malditos donde nada sabia hacer sino minar las Institu-