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442 TIMOS Y TROYANOS.
las todo lo que pasaba. Una aclamación general salida de todos
los bancos fué la contestación del Congreso á la lectura de am­
bos escritos , no existiendo división la mas leve entre represen­
tantes de tan distintos matices, en materia de aprobar la con­
ducta que el ministro habia observado. Arguelles lo mismo que
Riego, Galiano lo mismo que Canga, Saavedra lo mismo que
Isturiz lodos miraron la cuestión de un modo, todos se dis­
putaron á porfía el lauro de apoyar al ministerio, olvidando sus
diferencias en cuesliones que no eran como ésta de tanta mag­
nitud parala LIBERTAD, de tan alto interés parala INDEPENDENCIA,
de tanto empeño para la HONRA. La sesión terminó con un abra­
zo en que todas las banderías rivales se confundieron en una
sola.... ¡Ay! ¿por qué no siguió tal unión? ¿por qué aquella co­
razonada sublime no fué mas secundada por el cálculo, ó
por qué, ya que tanta imprevisión habia habido hasta aquellos
momentos para prepararse á la lucha, falló quien corrigiese en
lo posible las consecuencies de tanto abandono, no ya dándonos
la victoria, cuya sazón se habia desvanecido, mas sí al menos
obligando al estranjero á comprar su triunfo mas caro?
La sesión del 11 de enero, en la cual se aprobó por una­
nimidad un mensaje estendido por Galiano y dirigido á S. M.,
aprobando la conducta de los ministros y prometiéndoles deci­
dido apoyo, no fué menos cordial y entusiasta. La emoción
producida por Arguelles en el Congreso y en las galerías, fué
solo comparable á la que aquel, el gran tribuno de la Fontana,
supo con su discurso escitar, compartiendo sus laureles con
ambos, aunque en escala mucho mas modesta, Canga Arguelles,
Ferrer y Saavedra, ó sea el hoy duque de Rivas. Al levantarse
aquella sesión saludó á todos los diputados una inmensa acla­
mación popular, siendo Arguelles y Alcalá Galiano paseados en