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or al viaje de América, á par que su ambición de adelantar
junto con mas nobles afectos, entre ellos la sed de gloria, con­
moviéndolos en tales términos, que sin salir de la reunión, ju­
raron todos sobre una espada que estaba puesta sobre la mesa,
echar por tierra la tiranía.
Dispuesto todo para dar el grito, solo faltaba que La Bisbal
se decidiese á acaudillar la empresa; pero aunque así lo había
prometido, el conde via aun algo turbio, y como quiera que en
su conversión no tuviese parte la fé, sino solo su ambición des­
medida, no quiso arriesgar todavía paso ninguno definitivo, y
así entretuvo á los conjurados haciéndolos entenderse con Sars-
fiel, general que á lo que parece estaba á ver venir como él,
conduciéndose en tales términos, que si vencía la Libertad, pudie­
ra congraciarse con ella, y si triunfaba la tiranía, merecer su
gracia también. En esto debió oler Odonnell que podia traerle
algún perjuicio decidirse á ser liberal antes del tiempo que la
fortuna indicase como mas favorable, y un día con sorpresa
general mudó súbita y bruscamente la guarnición que existia en
Cádiz, compuesta de los regimientos que mas comprometidos
estaban en la pendiente conjuración, y sustituyóla con otros de
ideas sino diferentes, al menos no tan conocidas. No contento
con este golpe, quiso añadir otro mas ruidoso, y una noche el
7 de Julio, salió con las tropas de Cádiz para el Puerto de San-
Ita María, llegando á su Palmar el día siguiente, y mandando
rodear en este punto á los regimientos que de aquella plaza habia
hecho salir, prendiendo, ayudado de Sarsfíeld que manda­
ba la caballería, á todos los gefes de aquellos iniciados en la
conspiración, es decir, á los coroneles y comandantes primeros
y segundos, entre ellos Arco Agüero, San Miguel, Roten,
Quiroga, Grases y Gutiérrez Acuña. Con esto quedó per de