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AÑO 1814, 13
do y mandando abrazarse á los hombres de todas opiniones.
Levantado el segando al solio por los españoles en un tumulto
popular; salvado del destierro y de la oscuridad por el inaudito
heroísmo de los ciudadanos que compraron la vuelta de su rey
con la ruina de la patria desgarrada con guerra tan atroz j encendió
en retorno la tea de la discordia, ahogó entre sus propios
brazos la Libertad naciente, y sacudiendo en su diestra
el dogal del verdugo y en la izquierda las cadenas, proscribió
á los mismos que le libertaron del cautiverio, y el carcelero
apretó los hierros sobre las cicatrices de las heridas abiertas
en defensa de un monarca á quien nunca llamaremos bastantes
veces el ingrato.*
Aun cuando no estemos de acuerdo con el elogio que de
la restauración francesa hace el escritor á que aludo, fuerza es
convenir en que España hubiera ganado muchísimo en tener un
Luis XVIII en lugar de un Fernando VIL Aquel se aconsejaba
de personas que podían ilustrarle y dulcificar su tendencia
á los procedimientos tiránicos: este no tomaba consejo sino de
los que en todo caso podían hacerle peor de lo que era naturalmente,
y eso que era una especie de Nerón con un no sé qué
de Calígula aforrado en Domiciano y Tiberio.
El primer ministerio del rey, formado el mismo día en que
este rubricó el manifiesto de Valencia, fué reorganizado al poco
tiempo, quedando definitivamente constituido el dia 31 de mayo
con los cinco individuos siguientes: el duque de San Garlos para
Estado, don Pedro Macanaz para Gracia y Justicia, don Francisco
Eguía para Guerra, don Cristóbal Góngora para Hacienda,
y don Luis Salazar para Marina. Ministerio que tenia por personificación
de su idea á un hombre como San Carlos, no es
estraño que simbolizase su acción en el brazo de hierro de Eguía.