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metidos, entre los cuales hubo no pocos á quienes se zurró de
lo bueno resultando algunos heridos, echaron á correr por las
calles, alarmando la población y prorrumpiendo en gritos de
venganza. Indignada la sociedad secreta con la noticia de lo
ocurrido, y exajerada y desfigurada esta como en tales casos su­
cede, mesóse los cabellos de furia, acabando sus individuos
por lanzarse también á las calles atronadas por el tambor, que
llamando á la tropa y la milicia, convirtió en breve la capi­
tal en verdadero campo de Agramante. Púsose tan seria la
cosa, que los guardias acometedores tuvieron que encerrarse
en su cuartel,y mientras una buena parte de ellos pensaba en
resistirse, y otros, dejando á sus compañeros, se sinceraban
de toda complicidad en lo que concernía á la carga, fueron
llegando fuerzas y mas fuerzas, obligándolos á rendirse. El
resultado de todo esto fué un escándalo mas en los fastos de
la revolución española, y quedar suprimido aquel cuerpo, no
pudiendo resistirse Fernando á firmar su destitución.
La catástrofe de los guardias fué seguida á los pocos dias
de la caida de los ministros. En los primeros trasportes de su
•ra al verse precisado á firmar la disolución de aquel cuerpo,
habia ya el rey intentado deshacerse del yugo abrumador de
unos hombres para él tan odiosos, y de los cuales nada podia
prometerse una vez hecha la reconciliación entre ellos y la ma­
sonería. Reunido el consejo de Estado, que lo mismo que el
ministerio le habia aconsejado aquella medida, trasladóse el
monarca á su seno, y olvidándose ó afectando olvidar la parte
Principal que él tenia en los desmanes de que se quejaba, acu­
só á los secretarios del despacho poco menos que de apadri­
nadores de los insultos y apedreamientos, y acabó por mani­
festar su decidida resolución de exonerarlos inmediatamente,