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pero no falto de instrucción ni de claro entendimiento, y codi­
cioso de poder y renombre, que buscaba, pues por otro medio
no podía, por el de estremarse en singularidades, sacó á plaza
la cuestión pendiente con poca habilidad ¡ infiriendo de los vi­
vas dados al rey la existencia de una conjuración tolerada por
los ministros. Defendiéronse estos llamados á la sesión, y con
facilidad rebatieron infundados cargos. Trájose á cuento el ne­
gocio de Riego, pero rodeadamente. Los amigos de este gene­
ral no podian justificar su conducta, ni aun declarar los mo­
tivos que los inducían á oponerse á la disolución del ejército,
pues aun en lo que tenían de fundados, no eran para dichos
en voz alta y en lugar tan importante, grave inconveniente de
que estabau exentos los de la opinión opuesta, cuyos argumen­
tos eran poderosos, reduciéndose á sustentar el texto de las le­
yes y la obligación de observarlas. Habló bien el coronel de
artillería, diputado por Cádiz, Don Bartolomé Gutiérrez Acu­
ña, pero solo espresando vagas generalidades, sin comprome­
ter á la parcialidad de la revolución, cuyo interés representa-
taba. Don Agustín Arguelles, á quien principalmente tocó la
defensa del ministerio de que era parte, pronunció una de sus
mas celebradas arengas, en la cual se manifestaron de bulto las
randes faltas de su oratoria y de su carácter, á la par con las
afecciones de la primera y de las buenas cualidades del se­
gundo. Estuvo suave desaprobando el proceder de Riego; fun­
dado y convincente defendiéndose á sí y á sus compañeros en
los lances de la cuestión empeñada ya habia algunos días; con­
fuso y lleno de reticencias en sus alusiones, donde asomaban,
¿-Píamente con muestras de cortés aprecio á sus impugnadores,
la desconfianza y el resentimiento, destartalado en general, con
lo cual menoscayaba la fuerza y solidez de sus razones. Una da