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visto sino divisiones funestas á la causa común, siendo en vano
que al fin se reconciliasen dos délas principales fracciones del
partido constitucional, si la alianza de Arguelles con Riego
habia de ser reemplazada por el desmembramiento masónico
y la creación de la comunería. En lo que posteriormente narre­
mos, veremos que en vez de curarse, se irá agravando la en­
fermedad producida por la discordia, sucediéndose unas á
otras las divisiones y subdivisiones, pecando no ya solo con­
tra las prescripciones de un común interés político, sino con­
tra las reglas dialécticas, y aun contra la infalible autoridad do
las advertencias divinas. Divisio nimis prolixa nonsit,es precep­
to que de puro sabido es casi rutinario en la lógica; y regnum
divisum peribit es sentencia de la Escritura.
Al reunirse en Troppau y en Laybach los tres consabidos
monarcas de la liga liberticida, no asistió á sus deliberaciones
ningún enviado español, habiéndolos de Inglaterra y de Fran­
cia; y en verdad que no hubiera sido malo pensar nuestros
ministros en esto, siendo aquellos, aunque mal avenidos con
el alzamiento de Riego, aliados de la España todavía, y alia­
dos que por fas ó por nefas, habian pasado por él, ó lo ha­
bian reconocido. Viendo luego la nube absolutista amenazar
descargar su rayo sobre los liberales de Ñapóles, y temiendo
que nuestra Península se resintiese de la tormenta, tanto mas
cuanto, aunque sin razón, se atribuía la revolución napolitana
á las intrigas de nuestro embajador Onís, pensó ya el minis­
terio español en prepararse contra todo evento, inclinándose
á convocar Cortes estraordinarias con el fin de pedirles recur­
sos así de sangre como de dinero, no tanto para entrar des­
de luego en una lucha no existente aun, cuanto para poder
hacer frente á agresiones que en lo futuro pudieran sobrevenir*