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654 TÍRIOS T TROVAROS.
Y D. Carlos seguía por su parte cada vez mas aferrado en
su empeño de no querer mezclarse en cosa alguna relativa á
conspiraciones en tanto que su hermano viviese, y á eso, no á
la política de Zea, se debió el ningún resultado de los planes
de aquella Señora, estrellados constantemente en la oposición
ya maniática con que D. Carlos los repelía. Y maniática digo
y no en vano, pues manía era en él mas que otra cosa lo que en
otros debería llamarse con su propio nombre: conciencia.
Y á pesar de los deseos del hombre que ansiaba por un lado
tener á raya las legítimas aspiraciones del partido constitucional,
y por otro no exasperar álos absolutistas fanáticos, hubo al fin
Zea de acabar el año interviniendo en la anulación del codicilo
de San Ildefonso, verificada solemnemente por Fernando el dia
31 de diciembre, con la esplíciía declaración de habérsele ar­
rancado por sorpresa en las angustias de su enfermedad aquel
malhadado decreto, al cual ni como rey ni como padre podia
dar el menor valor, opuesto como era á las leyes de la monar­
quía, y á las obligaciones que en el segundo concepto debia á su
descendencia. Y todo esto sin olvidarse de llamar desleales ó
ilusos, con su ribete de sediciosos y hasta de perversos y aleves,
á los autores de la horrible trama dirigida á echar ppr tierra la
inmemorial costumbre de sucesión establecida en la monar­
quía ; costumbre, anadia el escrito, que no estaba en tu po­
der derogar, es decir, en poder del monarca, y eso que era
rey absoluto, y absoluto quería que siguiese el ministro que
le dirigía.
Y hé aquí devuelto el trono á Isabel en nombre de un prin­
cipio superior al sistema proclamado por Zea, y hé aquí como
hasta ese ministro vino á contribuir mal su grado á hacer mas
robustas las bases de la futura modificación que desde la Re-