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fianza del monarca. Así sucedió; y la voluntad real declaró otra
vez su propensión á favor del absolutismo puro, sin mezcla de
añejas trabas ni de modernas formas que suavizasen el cetro de
hierro que ansiaba su mano.»
Angulema hizo como que se sonrojaba al contemplar tama­
ños escesos, y descoso de ponerles coto, y aprovechando el mis­
mo desacuerdo de la Regencia provisional, procedió el 25 de
mayo á nombrar otra, no diré peor, pero sí de ¡guales instintos
y de idéntica intolerancia. Para ello consultó á los Consejos
llamados de Castilla y de Indias, y aun se puso de acuerdo con
el rey, que no obstante hallarse cautivo, dirigía desde Sevilla á
la gente reaccionaria, asi como ataba las manos del gobierno
constitucional. Los nuevos regenies nombrados fueron el duque
del Infantado, el duque de Monlemart, el condimento de todas
las salsas barón de Eróles, el furibundo obispo de Osma y don
Antonio Gómez Calderón. A estos nombres debe añadirse otro
que con solo mentarlo, bastará para que mis lectores compren­
dan la escelencia del nuevo gobierno: dígolo por el secre­
tario, llamado para desgracia del pais D. Francisco Tadeo Ca-
lomarde.
Con ía susodicha Regencia, instalóse contemporáneamente
el primer ministerio realista de que plugo al diablo dotarnos,
ocupando sus puestos respectivos el canónigo D. Víctor Saez
en el ministerio de Estado; en el de Hacienda, D. Juan Bautis­
ta Erro; en el del Interior (¡oh heregía!) D. José Aznarez; en
el de Gracia y Justicia , D. José García de la Torre; en el de
Marina, D. Luis de Salazar; y en el de Guerra, en fin, D. José
San Juan, cuya santidad de apellido no me hará arrepentir de
la idea de atribuir mas que á Dios al diablo el tal absolutista
ministerio, y eso que tenia á su frente nada, menos que á todo