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ARO 1823., 440
su desgracia, escitaba á su parcialidad á retirarle el prometido
a
P°yo, & fin de dar al traste con él, y de sustituirle por supues­
to con gente de su solo cotarro. En tan infernal barabúnda,
mirada por Fernando y los suyos con satisfacción indecible, hu­
bo, el gobierno de transigir con mil exigencias opuestas, dando el
mando militar de Madrid al general Ballesteros, jefe entonces
de la comunería, y el de las tropas que habian de reparar el de­
sastre de Guadalajara y Bribuega al de todos aborrecido, y á la
par temido por todos, proteo conde de La Bisbal. Dueño éste de
una posición que después de su trastada de la Mancha (no agra­
decida por los liberales que recordaban la del Palmar) habia
ambicionado sin fruto, podia esplolarla otra vez como mas
conviniese á sus miras, ya defendiendo la Constitución, ya con­
virtiéndose en contrario suyo, teniendo por desgracia como sol­
dado talentos para lo uno y lo otro. Ahora lo que mas le im­
portaba era tener en espectacion á los que le confiaban el en­
cargo de ahuyentar de Castilla á Bessieres, y con efecto salió
á ahuyentarle, y últimamente lo consiguió, aunque sin batirse
con él, no obstante haberse unido á sus tropas las que allá por
la parte de Aragón habia conducido Yelasco. El rebelde pasó
el Tajo á su vista, y aparentó fortificarse en Huete, y luego,
cuando bien le plació, largóse el dia 10 de febrero á su primer
teatro de guerra, derramando después sus tropas por el suelo
aragonés y valenciano , y terminando así Su correría con aire
de marcha triunfal, sin molestarle en su retirada ni Odonnell,
ni Velasco, ni nadie. Entretanto el general Ballesteros se había
indispuesto en Madrid con los hombres de la comunería, ni mas
ni menos que Riego lo habia hecho antes con los ministros
que en su mayor parte le debian su nombramiento. La causa
del rompimiento de este último, debióse á piques particulares,
TOMO n. 29