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sesión permanente, convinieron en la dilación, á fin de probar
al monarca cuánto estaban dispuestas á guardarle todos los mi­
ramientos posibles, miramientos que en todo rigor estaban des­
graciadamente bollados con solo insistir en el viaje; pero la ley
de la necesidad es por desdicha superior á todo, y á la necesi­
dad, no á las Corles, debe imputarse cuanto en este asunto
hubo de resolverse y hacerse; justo bajo ese punto de vista,
por mas que fuese vituperable conslitucionalmenle hablando.
Salió, pues, el rey de Madrid el dia 20 por la mañana , no
sin haberse intentado antes en cierto complot realista, acaudilla­
do por Vigodet y secundado por La Bisbal, impedir á todo trán­
cela marcha; pero Fernando rehusó aceptar los servicios del uno
y del otro en tan peligroso sentido, ora desconfiase del éxito
de la nueva conspiración, ora le conviniese pasar ante las na­
ciones estrañas como viajero violentado, ora en fin, aunque
esto no fuese, y aunque de parte de Vigodet nada tuviese que
recelar, porque creyese esencialmente malo todo proyecto en
que interviniese el héroe del Palmar y de Ocaña.
Salieron con el rey su augusta esposa, la siempre atacada de
los nervios, buena, tímida y mística Amalia, y todo el resto de
la real familia. Formaban su custodia la Milicia que quiso vo­
luntariamente agregarse á la espedicion, y algunos batallones
del ejército , unos y otros al mando del general Villacainpa.
La nueva residencia adoptada era la ciudad de Sevilla, y en
verdad que no entiendo la razón de haberse elegido ese punto,
titubeando por vanos escrúpulos en dirigirse desde luego á Cá­
diz, con lo cual á la par que se conseguía hacer de una vez lo
que el Congreso hubo á la postre de realizar en dos, se hubiera
evitado otro escándalo, el de volver á violentar al rey, que si
•anta oposición habia mostrado á dejar su querencia de Madrid,