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A*O im. 555<br />

iiia evidente, y hubo uo obstante testigos falsos que cediendo<br />

al soborno y al oro, declararon contra el Empecinado como<br />

mejor convino á las miras del que anhelaba beber su sangre.<br />

Y desde entonces hasta su último fin fué la existencia del pre­<br />

tendido reo una continuada agonía, y tanto, que el martirio<br />

de Riego fué nada comparado con ella. Y construyóse una jaula<br />

de hierro, y el juez hizo encerrar en ella al objeto de su ven­<br />

ganza, y mientras se segtiia el proceso, mandábale sacar á la<br />

plaza los dias en que habia mas gente, y allí le apedreaban<br />

los muchachos, y le pinchaban los realistas, y tirábanle inmun­<br />

dicias al rostro las prostitutas y verduleras. Y discurrid cuánto<br />

sufriría aquel hombre sin segundo en lo bravo, viéndose en tan<br />

horrible situación maltratado y escarnecido por los seres mas co­<br />

bardes y abyectos, por seres que aun así atrahillado, no osaban<br />

mirarle ala cara. Y últimamente llegó el instante en que el már­<br />

tir aliviase en la horca sus horribles padecimientos, y Fuente-<br />

nebro pronunció su sentencia, y fué en vano cuanto se hizo por<br />

algunos admiradores del héroe para impedir tal asesinato. Y<br />

salió el Empecinado al patíbulo el dia 19 de agosto, y era tal<br />

el pavor que infundía el recuerdo de su valor, de sus inmarce­<br />

sibles hazañas, que los realistas de Roa llamaron para custodiar­<br />

le á los demás de los alrededores, y así, presas las manos con<br />

esposas y cercado por todas partes de inmensa multitud de ba­<br />

yonetas, fué sacado al lugar del suplicio. Y no bien se vio al aire<br />

libre, prorumpió el reo en desesperados vivas á la Libertad, y<br />

los realistas temblaron, y cayeron sobre él con sus armas, te­<br />

miendo que se les escapase. Y en esto vio el héroe su espada en<br />

las manos de uno de aquellos, y haciendo las esposas pedazos,<br />

quiso abalanzarse hacia él y quitarle la espada, diciéndole:<br />

miserable! suella ese acero que echó á los franceses de Espa-

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