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tumba. Y la Hacienda por lo demás iba bien; y si la Grecia en
el esterior habia hecho pedazos sus cadenas asegurando de-
íinitivamenle su independencia y su libertad, Portugal que
nos tocaba mas de cerca habia por su parte caido en las garras
de D. Miguel, el cual no sé si fué para nuestros vecinos peor
que para aquella nación el despotismo de la Sublime Puerta.
Y Fernando tuvo un amigo íntimo en el usurpador portu­
gués, y si testarrudo habia sido antes en no hacer concesiones
á su pueblo á pretesto de la revolución que le amagaba por oc­
cidente, testarrudo volvió á ser ahora careciendo de dicho pre­
testo.
Y viniendo ya al año 29, la reina Amalia en el mes de
enero dio muestras de querer despedírsenos, trocando por un
mundo mejor estotro cubierto de crímenes; crímenes cuya at­
mósfera pestilente podia rodearla en buen hora, mas sin inficio­
narla con su hálito, ni mancharla aunque la rozara. Y su cuerpo
no gozó sin embargo del mismo privilegio que su espíritu, y
cuanto mejor y mas sano parecía mostrarse éste, tanto mas de­
caído estaba aquel; y á fines del mes indicado dio no obstante
alguna esperanza de sobrevivir á la fiebre que últimamente
acabó con ella el dia 17 de mayo. Y dejó de existir la mujer;
mas no la reina, porque no lo fué sino solamente en el nom­
bre , habiendo nacido mas bien para sepultarse en un claustro
que para sentarse en el trono. Y por eso no sonará su nombre
como el de la primera Isabel, la cual, tan buena como lo fué
Amalia bajo el punto de vista privado , unió á sus virtudes el
genio para brillar y ostentarse grande, siendo muy superior por
lo mismo á la célebre mujer del mismo nombre, con que en
medio de los vicios y aun delitos que infamaron sus elevadas
cualidades, se envanece la Gran Bretaña.