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cristianos no los acogería el bajá, y para atraerse su afecto gritaron
que querían ser moros, y friéronlo ó aparentaron serlo,
y solo así respiraron libres los que por tanto amar la Libertad
á tal estremo de desventura habian tristemente llegado.
Y entretanto el valiente Manzanares no habia merecido á
los pueblos acogida mas lisonjera i y reducido á solos veinte
hombres merced al encuentro de Estépona y á otras varias escaramuzas
en que siempre llevó la peor parte, cayó al fin en
poder de los realistas de la Serranía de Ronda, vendido por
dos delatores, hermanos en traición como en sangre, de los
cuales dio muerte á uno para morir á manos del otro. Y fué
aquello uua segunda edición de la infamia cometida con Riego,
y fué en vano que intentaran resistirse los veinte infortunados
compañeros que á Manzanares habian quedado, pues muriendo
cuatro en la lucha que se trabó entre aquel y los delatores
y la gente que á estos seguia, quedaron prisioneros los restantes,
para luego, según costumbre, salir los diez y seis al
cadalso.
Y en cuanto á sus demás compañeros hasta el número de
los trescientos que Manzanares había traído, los que no perecieron
en el campo, fueron también llevados al patíbulo; y
aunque no era necesaria tanta sangre, para producir escarmientos,
la tiranía en esta materia no debia pecar de corta, teniendo
una tan bella ocasión de abusar nuevamente del triunfo.
Y nada digo de las proscripciones que tuvieron lugar en Cádiz,
donde tan lato motivo había para ensañarse en los liberales,
complicando á quien mejor pareciese en el asesinato de Hierro.
Y de los rendidos en Béjer nada tampoco creo deber decir
, pues no teniendo los 400 otro escudo que los protegiese
sino la clemencia del rey, ya podréis inferir la suerte que