SÉ - DSpace CEU

1ÜÜ HUIOS I TROYANOS.
—Pues Señor, yo vuelvo á mis trece: ese Freyre tiene la
culpa. Si él se mostrara mas ejecutivo.... Pero á bien que ya
tengo pensado el general que ha de reemplazarle.
—¡Hola! ¿te has ocupado en....
—¿Pues no? Ya veréis el polvo que llevan esos miserables
bandidos. ¡Oh! estoy seguro que los descuartiza, y que si es
menester los asa, y si es preciso mas, se los come.
—Pero.. . y bien! ¿quién es ese antropófago?
—¿Quién ha de ser? Elío.
-¿Elío?
—Elío.
—¡Pero si está en Valencia!
—No á fé. Sabedor del peligro que corre el trono augusto
de V. M., ha tomado la posta y está aquí, dispuesto á hacer,
como de costumbre, cuantas atrocidades se le exijan en defen­
sa de la religión, y sobre todo del real servicio.
Y era así. El bajá de Valencia habia venido á la Corte de
la manera mas ejecutiva á ofrecer su espada al monarca , no
bien tuvo la primera noticia de la sublevación del ejército. Su
objeto era solicitar el mando de las huestes que estaban en
marcha camino de Andalucía, ó si esto no se le otorgaba, que
se le dejase á lo menos ir allá como simple soldado. Los minis­
tros del rey, llenos de miedo, en vez de calmar su pavor con
la súbita llegada de aquel hombre, sintieron que se les redobla­
ba, y dándole mil gracias por la oferta (la cual, si hemos de ser
justos con él, debemos decir que le honraba), luciéronle volver
á su provincia temiendo su exageración. En el estremo á que
iban llegando las cosas, eran hombres y no verdugos los que el
monarca necesitaba; ¿pero dónde se hallaban esos seres, esos
elevados talentos capaces de hacer frente á la tormenta sin pe-