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seguridades, puesto que el que faltaba a su palabra como rey
y como caballero, podia igualmente faltar á los juramentos mas
santos, exigiéronse otras garantías que afianzasen la situación
hasta la reunión de las Corles y la definitiva instalación del
gobierno constitucional. Preciso fué á Fernando acceder, y
reconcentrando en su pechóla rabia que le devoraba, prestó
con amable sonrisa en presencia de los concejales de 1814
que habían sido restablecidos, el juramento que se le exijia.
A este acto solemne sin duda, pero hecho sin ceremonia,
acompañó como fianza suya el nombramiento de una Junta
provisional con el título de Consultiva, componiéndola el ar­
zobispo de Toledo Don Luis de Borbon, presidente, el gene­
ral Ballesteros, vice-presidenle , y los vocales Don Manuel
Abad y Queipo, obispo de Mechoacan, Don Manuel Lardiza-
bal, don Mateo Valdemoros, Don Vicente Sancho, el conde
de Taboada, Don Francisco Crespo de Tejada, Don Bernar­
do Tarríus y Don Ignacio Pezuela. Con esto quedó el dia
10 terminada la conmoción y sobre todo la desconfianza, te­
niendo fé el Pueblo en la Junta, al menos en su mayoría. Un
decreto fechado el 9 había legalmente abolido el tribunal de
la Inquisición, muerto de hecho desde el dia anterior, como
mas arriba se ha dicho. Otro real decreto autorizó la instala­
ción de los ayuntamientos constitucionales en todo¿ los pue­
blos del reino, y otras providencias, en fin, dieron al tras­
te con la Camarilla, alo menos ostensiblemente, sucedien­
do en el cargo de capitán de guardias al duque de Alagon el
marqués de Valparaíso, y quedando eclipsado Chamorro, ¡Cha­
morro que era ya gefe único por haberse marchado á su tier­
ra unos cuatro ó seis meses antes el embajador Tatlischeíí, su
digno compinche en el mando! Mataflorida, el general en ge-
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